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Del conflicto al entendimiento

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Por Mario Paz

Introducción

En algún momento todos enfrentamos conflictos: en casa, en el trabajo, con amigos o incluso con nosotros mismos. Lejos de ser una amenaza, los conflictos son parte natural de la vida humana. Son inevitables porque pensamos, sentimos y actuamos diferente. Sin embargo, la forma en que decidimos enfrentarlos es lo que realmente marca la diferencia.

Saber resolver conflictos no solo evita enfrentamientos mayores, sino que también fortalece nuestras relaciones, mejora la comunicación y nos impulsa a crecer como personas. Este artículo explora qué es un conflicto, por qué se genera, qué tipos existen y sobre todo, cómo podemos abordarlo de manera asertiva, empática y constructiva.

La resolución de conflictos no es simplemente una estrategia, es una habilidad emocional esencial para la convivencia y una herramienta poderosa para transformar tensiones en oportunidades de cambio.

¿Qué es un conflicto y por qué se generan? 

Un conflicto es un proceso natural que se produce cuando existe una discrepancia que genera tensión, desacuerdo o enfrentamiento, ya sea de forma abierta o latente. Puede ser tan simple como una discusión entre amigos o tan complejo como una disputa legal, política o religiosa. Los conflictos no aparecen de la nada, son el reflejo de las diferencias humanas. El conflicto, por sí mismo, no es negativo; lo que puede generar daño es la forma inadecuada de manejarlo. De hecho, cuando se maneja bien, puede fortalecer vínculos, generar cambios positivos y promover el crecimiento personal.

Los conflictos se generan cuando existen diferencias que no han sido gestionadas de manera adecuada. Estas diferencias pueden surgir por múltiples razones: Falta de comunicación o comunicación inefectiva, diferencias en valores, creencias o prioridades, malentendidos, necesidades emocionales no satisfechas, expectativas no expresadas o poco claras, factores externos como el estrés, la presión o el entorno, entre otras.

Los expertos indican que la  comunicación entre personas va en esta proporción: 55% lenguaje corporal (postura, gestos). 38% lenguaje para verbal (tono, volumen y velocidad de la voz). 7% palabras que salen de nuestra boca.  Esto indica que la importancia de la comunicación radica en escuchar lo que no se dice.

Otro motivo frecuente es la percepción de injusticia o desigualdad. Cuando una persona siente que no se le trata con equidad o que sus necesidades no son reconocidas, puede surgir un conflicto interno.

¿Habrá alguien que no tenga conflictos?

La respuesta es no. Los conflictos forman parte inevitable de la experiencia humana. Toda persona, sin importar su edad, cultura, entorno o personalidad, se enfrenta en algún momento a desacuerdos, malentendidos o diferencias de intereses. De hecho, todas las personas invierten alrededor del 25% de su tiempo intentando resolver conflictos personales, familiares y laborales. Pensar que existe alguien completamente libre de conflictos es una idealización poco realista. Incluso una persona que evita confrontaciones no está exenta de ellos; simplemente puede estar eligiendo no abordarlos de forma abierta, lo cual puede generar tensiones internas o resentimientos más profundos a largo plazo. Además, no todos los conflictos son negativos. Algunos impulsan el crecimiento, estimulan el diálogo, fortalecen relaciones y promueven el cambio. En ese sentido, más que aspirar a una vida sin conflictos, el verdadero reto está en aprender a gestionarlos de manera saludable, asertiva y constructiva.

Tipos de conflicto

Conflicto intrapersonal: es el que ocurre dentro de cada ser humano al enfrentar decisiones difíciles o contradicciones internas,  por ideas, pensamientos, emociones y valores.

Conflicto interpersonal: puede ocurrir entre dos o más personas; por ejemplo: una pareja, empleador-trabajador, familia, etc. Se dan entre individuos por malentendidos, emociones o diferencias de personalidad

Conflicto manifiesto: aquel que se declara y se comenta, es decir se reconocen las tensiones que existen.

Conflicto endémico: con el que se ha aprendido a convivir, es decir, se piensa que es “normal”, cotidiano.

Conflicto enmascarado: aquel que en el fondo esconde una cadena de conflictos que no han sido resueltos.

Conflicto institucionalizado: aquel que ya ha sido tratado en la familia o grupo social y no se ha podido resolver y pasa a instancias jurídicas.

¿Cuál es la forma adecuada de  enfrentar un conflicto? 

Existen 3 conductas para enfrentar los conflictos: pasividad (callando), agresividad (peleando) y asertividad (dialogando).

La pasividad: reprimimos lo que queremos expresar.

La agresividad: usa la violencia que nos descalifica a nosotros mismos y a los demás.

La asertividad: nos permite comunicarnos de manera amable pero franca. Es la conducta adecuada para resolver conflictos. El hombre más inteligente es el que resuelve más conflictos.

El diálogo asertivo exige un proceso en el que no pueden faltas 4 aspectos fundamentales: 1) describir los hechos concretos 2) expresar nuestros sentimientos y pensamientos. 3) plantear la petición concreta y 4) especificar las consecuencias.

Ejemplo práctico:

Una pareja planifica cenar, pero el novio llega media hora más tarde de lo acordado. No ha llamado para avisar que se retrasaría. Ella está irritada por la tardanza. Ante ello, tiene estas 3 alternativas:

Conducta pasiva: saludarle como si no le importara su retraso, no decir nada y participar de la cena aunque esté incómoda.

Conducta agresiva: insultarle a su pareja por la tardanza, abandonar el lugar  y arruinar la cena

Conducta asertiva: he estado esperando durante media hora sin saber lo que pasaba (hechos). Me has puesto nerviosa e irritada (sentimientos).  Si se te presentó algún contratiempo, que  te obligó a retrasarte,  debiste avisarme (petición concreta). Si en otra ocasión  tengo que esperarte largo rato, lo pensare muy bien antes de salir contigo (consecuencias).

Saber resolver los conflictos es una habilidad emocional clave para el bienestar y la convivencia pacífica de la humanidad. 

Importancia de la resolución de conflictos

La resolución de conflictos es una habilidad esencial para la convivencia sana y el desarrollo de relaciones positivas en todos los ámbitos de la vida. Saber gestionar los desacuerdos de manera constructiva permite evitar que las tensiones escalen, mejora la comunicación y fortalece los vínculos personales, profesionales y sociales.

Resolver conflictos de manera positiva tiene múltiples beneficios: mejora las relaciones, reduce el estrés, fortalece el trabajo en equipo, favorece la autoestima, fomenta el respeto mutuo y genera aprendizajes valiosos. Además, previene que los problemas escalen y se vuelvan más difíciles de manejar. Para ello es muy importante el manejo adecuado de habilidades emocionales como la empatía, comunicación asertiva, inteligencia intrapersonal, inteligencia interpersonal, actitud positiva y escucha activa, entre otras.

En definitiva, la resolución de conflictos no solo evita daños, sino que también abre caminos hacia soluciones creativas, acuerdos duraderos y relaciones más saludables. Su importancia radica en que no se trata solo de resolver un problema puntual, sino de construir una cultura de respeto, comprensión y cooperación. A los conflictos  y al miedo hay que hacerle frente.

El proceso de negociación, del conflicto al acuerdo:

Para iniciar el proceso de negociación es importante revisar los siguientes aspectos:

  • Separar la persona del problema: todo ser humano tiene aspectos positivos y negativos.
  • Concentrase en los intereses y no en las posiciones: los intereses son el verdadero fondo del conflicto y lo que se debe identificar para llegar a acuerdos. para esto es necesario saber leer entre líneas, preguntar y reformular
  • Inventar opciones de mutuo acuerdo: la lluvia de ideas es el proceso por el cual las partes tratan de generar alternativas para resolver el conflicto.
  • Criterios objetivos: es importante identificar los criterios objetivos en la búsqueda de la decisión, definido como maan (mejor alternativa a un acuerdo negociado). Una vez que las partes han logrado establecer las mejores opciones, se proponen y establecen los acuerdos para su cumplimiento.

Elementos positivos y negativos del conflicto:

Positivos 

  • Estimula el cambio, el crecimiento y desarrollo personal-social.
  • Plantea retos y fomenta la competitividad.
  • Puede despertar la curiosidad y la creatividad, actuando como motor del pensamiento.
  • Las diferencias, disputas y discrepancias generan calidad y aprendizaje.

Negativos 

  • La incertidumbre puede provocar miedo o estrés agravando la relación conflictual.
  • Puede paralizar o bloquear a personas o a sistemas conflictuales que se sientan amenazados.
  • Si no se gestiona de forma positiva y a tiempo puede producir violencia.

Conclusión

Los conflictos son inevitables, pero no tienen por qué ser destructivos. Al contrario, pueden convertirse en oportunidades para el diálogo, el entendimiento mutuo y el crecimiento personal y colectivo. Aprender a reconocerlos, comprender sus causas y abordarlos con herramientas como la comunicación asertiva, la empatía y la negociación, es clave para construir relaciones más sanas y entornos más armoniosos.

La resolución de conflictos no es solo una habilidad útil, sino una necesidad en una sociedad cada vez más diversa y cambiante. A través de ella, no solo evitamos que las tensiones escalen, sino que también cultivamos valores fundamentales como el respeto, la tolerancia y la cooperación.

En definitiva, resolver conflictos de manera consciente y constructiva es un acto de madurez, de responsabilidad y de compromiso con una convivencia pacífica. Al desarrollar esta capacidad, no solo mejoramos nuestras relaciones, sino que también contribuimos activamente a un mundo más justo y empático.

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Actividad de excavación no autorizada genera preocupación en la ribera del río Zamora

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Zamora, 13 de octubre de 2025.- Moradores del barrio Pío Jaramillo, ubicado en plena zona urbana de la ciudad de Zamora, han expresado su profunda preocupación ante una presunta actividad de excavación manual que se realiza en las orillas del río Zamora, a la altura de la calle Padre Tomás Conde, sector donde hace algunos meses se registró un derrumbe ocasionado por intensas lluvias.

Según los reportes ciudadanos, varias personas estarían utilizando dos botes y motores para remover el material del lecho del río, generando cráteres visibles y un fuerte ruido que ha despertado la alarma de los habitantes del sector. Esta acción, al parecer recurrente pese a los llamados de atención anteriores, representa un grave riesgo de erosión y deslizamiento de tierra en una zona ya debilitada por anteriores eventos naturales.

Los vecinos advierten que la alteración del cauce y las excavaciones manuales podrían agravar el proceso de inestabilidad del terreno, poniendo en peligro la mesa de la avenida Víctor Reyes, una de las principales vías de acceso urbano. De persistir estas prácticas, un nuevo problema de lluvias torrenciales podría generar un colapso estructural, con consecuencias impredecibles para viviendas y espacios públicos cercanos.

En este contexto, la ciudadanía solicita la intervención inmediata de las autoridades competentes, a fin de verificar si las personas que realizan dichas actividades cuentan con los permisos ambientales y municipales correspondientes. En caso contrario, se insta a que se dispongan medidas correctivas urgentes, como la rehabilitación técnica y definitiva del área afectada y el control riguroso de la minería informal o excavaciones irregulares en las riberas del río Zamora.

La comunidad enfatiza que el propósito de este llamado no es otro que prevenir una posible desgracia, evitando inundaciones, pérdidas materiales y afectaciones humanas, tal como ha ocurrido en otros tramos del río donde la minería ilegal ha provocado erosiones severas y desplazamientos de tierra.

Finalmente, los moradores del barrio Pío Jaramillo reiteran su preocupación y compromiso ciudadano con la conservación ambiental y la seguridad colectiva, exhortando a que se actúe con prontitud y responsabilidad para garantizar la estabilidad del sector y la protección de la vida de quienes habitan en sus alrededores.

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Autonomía intelectual: el desafío de pensar por uno mismo

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Introducción

En una época donde la información abunda pero el pensamiento escasea, la verdadera libertad ya no se mide por fronteras políticas, sino por la capacidad de pensar por cuenta propia. Vivimos rodeados de opiniones, ideologías y verdades prefabricadas que buscan guiarnos o distraernos, y pocas veces nos detenemos a preguntarnos si lo que creemos realmente nos pertenece. La autonomía intelectual surge, entonces, como uno de los mayores desafíos del ser humano contemporáneo: atreverse a pensar sin depender del pensamiento ajeno.

Desde los tiempos de Kant y Nietzsche, la filosofía ha advertido sobre esta tensión entre obedecer y pensar, entre seguir el rebaño o abrir un camino propio. Kant llamó a esa valentía sapere aude (“atrévete a saber”), mientras que Nietzsche celebró a los “espíritus libres” que crean sus propios valores y rompen con las verdades impuestas. Ambos coincidieron en una misma idea: la libertad comienza en la mente.

Desarrollar una mente autónoma no es un acto instantáneo, sino un proceso de maduración que exige duda, reflexión y coraje. Implica aprender a razonar, cuestionar y decidir con fundamento, sin caer en la dependencia de autoridades, costumbres o modas intelectuales. En otras palabras, la autonomía intelectual no consiste en pensar diferente por rebeldía, sino en pensar con criterio y conciencia.

Este artículo explora el significado, los fundamentos y los caminos hacia la autonomía intelectual. A través de la filosofía, la historia y la psicología del desarrollo, busca mostrar que la independencia más profunda no se conquista con armas, sino con ideas. Pensar por uno mismo, en un mundo que invita a repetir, es quizá el acto más revolucionario de nuestro tiempo. 

Autonomía y Heteronomía: ¿qué decides?

Según Friedrich Nietzsche, el mundo puede dividirse en dos tipos fundamentales de personas: aquellas que siguen sus propios deseos y valores, y aquellas que viven siguiendo los deseos, las normas o las ideas impuestas por los demás.

Las primeras representan al individuo autónomo, fuerte y creador, capaz de afirmar su propia voluntad y construir su propio camino sin dejarse dominar por las presiones externas. Son los que Nietzsche llamaría los “espíritus libres”, que trascienden la moral convencional y se atreven a pensar y actuar por sí mismos.

Las segundas, en cambio, son los individuos heterónomos, débiles y conformistas, que se limitan a aceptar lo que la sociedad dicta, sin cuestionar. Estas personas viven bajo lo que Nietzsche denomina la “moral del rebaño”, una moral que exalta la obediencia, la mediocridad y el miedo al cambio.

Nietzsche critica precisamente esa tendencia humana a someterse a la presión social y a aceptar las ideas de la mayoría sin reflexionar. Ejemplos históricos (como el fanatismo colectivo que permitió el ascenso del nazismo en Alemania, muestran cómo las masas pueden ser fácilmente manipuladas cuando renuncian a su pensamiento crítico).

Como decía Immanuel Kant, con cierta amargura, “el ser humano es el único animal que necesita un amo” para vivir, lo que evidencia la dificultad de alcanzar una verdadera libertad interior. Nietzsche toma esta observación y la lleva más lejos: considera que la debilidad del ser humano se manifiesta precisamente cuando cede ante la comodidad del conformismo y renuncia a su propia voluntad de poder.

En resumen, para Nietzsche la lucha más importante no es contra los demás, sino contra nuestra propia tendencia a obedecer. Solo cuando el individuo se atreve a crear sus propios valores y a vivir según su auténtico deseo, puede decirse que es verdaderamente libre y fuerte.

Autónomo (a): es quien actúa por decisión propia, guiada por sus principios, su razón o sus valores, y no por la influencia o mandato de otros. Es capaz de pensar críticamente y asumir la responsabilidad de sus actos. Una persona autónoma decide, piensa y actúa por sí misma, sin dejarse dominar por modas, grupos o autoridades externas.

Heterónomo (a): actúa bajo la influencia o control de otros. No toma decisiones propias, sino que se deja guiar por normas, costumbres o mandatos externos (ya sean sociales, religiosos, políticos o familiares). El heterónomo representa al individuo débil y sumiso, que vive siguiendo la “moral del rebaño”. No se atreve a crear su propio camino y acepta lo que dicta la mayoría. Una persona heterónoma se deja arrastrar por la opinión pública, las modas o las expectativas de los demás, sin cuestionarlas.

De la independencia política a la independencia del pensamiento

El 9 de octubre de 1820 se gestó la independencia de Guayaquil, un suceso que marcó el inicio del proceso libertario en lo que hoy es Ecuador. Aquellos hombres y mujeres decidieron romper los lazos coloniales que los ataban al Imperio español y asumieron el riesgo de construir su propio destino. No fue una tarea sencilla: la independencia exigió valentía, conciencia y, sobre todo, la voluntad de pensar más allá de los límites impuestos por la autoridad extranjera.

Hoy, más de dos siglos después, el espíritu de aquella gesta sigue teniendo vigencia, aunque bajo nuevas formas de dependencia. Ya no estamos bajo el yugo político de una corona, pero muchas veces seguimos cautivos de la heteronomía, de la ignorancia, de la manipulación informativa y de la falta de pensamiento crítico. La libertad que necesitamos conquistar en este siglo XXI no es territorial, sino intelectual.

Así como los patriotas del 9 de octubre empuñaron las armas para alcanzar la soberanía, nosotros debemos empuñar las armas del conocimiento, la educación y la investigación para liberarnos de la desinformación, la apatía y la dependencia mental. La verdadera independencia se logra cuando aprendemos a pensar por nosotros mismos, a cuestionar lo que se nos dice y a fundamentar nuestras decisiones en datos, razones y evidencias, no en rumores o ideologías impuestas.

Guayaquil buscó su autonomía política; hoy nosotros debemos buscar nuestra autonomía intelectual. Solo entonces podremos decir que hemos heredado verdaderamente el legado de aquellos libertadores: no repetir su lucha, sino continuarla en el terreno de las ideas, conquistando la libertad más profunda y duradera: la libertad del pensamiento. 

Cultivar la mente: el camino seguro hacia la autonomía intelectual 

Desarrollar la autonomía intelectual es un proceso gradual que exige reflexión, disciplina y curiosidad. No consiste en acumular información, sino en aprender a pensar con criterio propio, evaluar las ideas y construir conocimiento desde la duda y la razón. La independencia mental nace del ejercicio constante de la crítica y del diálogo con el mundo.

Estrategias para una mente autónoma: Algunas prácticas fundamentales para fortalecer el pensamiento libre son:

  • Autoevaluarse: cuestionar nuestras propias creencias y reconocer sus fundamentos.
  • Investigar de forma independiente: contrastar fuentes y buscar distintas perspectivas.
  • Debatir con respeto: argumentar y aprender del desacuerdo.
  • Leer con análisis: interpretar, comparar y reflexionar sobre lo leído.
  • Pensar sobre el propio pensamiento (metacognición): entender cómo aprendemos y mejoramos.
  • Rodearse de entornos que estimulen la curiosidad y la crítica.

Una educación verdaderamente formadora consiste en enseñar a los hombres no lo que deben pensar, sino a pensar

El rol de la educación y la lectura

Entre las materias que más contribuyen al desarrollo del pensamiento autónomo tenemos: Filosofía, Lengua y Literatura, Historia, Ciencias y Arte, son las que despiertan la reflexión, la creatividad y el razonamiento lógico. Sin embargo, su impacto depende del método de enseñanza, del entorno familiar y de la motivación del estudiante.

Entre todos los hábitos intelectuales, la lectura ocupa un lugar central. Leer es un acto de libertad: amplía horizontes, despierta la imaginación y debilita la ignorancia. En Ecuador se lee, en promedio, un libro al año, mientras que en países más lectores como Canadá o Francia se leen alrededor de diecisiete. Si aspiramos a una sociedad más crítica, debemos leer más, pensar más y repetir menos.

Aprender a volar con la cuerda

Como la cometa que se estrella al romper su hilo, muchos jóvenes confunden la libertad con la ausencia de límites. La verdadera libertad no consiste en desprenderse de toda guía, sino en aprender a volar con dirección y propósito. La educación es esa cuerda que sostiene, orienta y permite alcanzar alturas mayores.

Por eso, el papel de los padres y educadores no es imponer, sino acompañar el vuelo del pensamiento, guiando a los jóvenes desde la heteronomía hacia la autonomía, desde el seguir ciegamente hacia el comprender libremente.

Desarrollar la autonomía intelectual es, en definitiva, continuar la obra inconclusa de la libertad humana. No basta con ser libres políticamente si seguimos siendo esclavos mentalmente. Pensar por uno mismo es el acto más revolucionario de nuestro tiempo.

Cómo aporta el pensamiento crítico a la autonomía intelectual

En una conferencia sobre la importancia del pensamiento crítico, un estudiante le preguntó a su maestro Russell: “¿Por qué insiste tanto en cuestionarlo todo?” Russell tomó una taza vacía que estaba en la mesa, la levantó y le dijo: “¿Me creerías si te digo que esta taza está llena de agua?” El estudiante dudó un momento y respondió: “No, necesitaría pruebas de que realmente hay algo en esa taza.” Russell dijo: “Eso es exactamente la base del pensamiento crítico: no aceptar afirmaciones sin pruebas suficientes; de lo contrario, corremos el riesgo de llenar nuestra mente de tazas vacías.” Otro estudiante preguntó: “¿Y qué debemos hacer cuando algo no puede ser probado?” Russell respondió: “Si no hay pruebas, lo más sensato es suspender el juicio. Es mejor aceptar nuestra ignorancia que llenarla con falsas certezas. La duda, aunque incómoda, es mucho más valiosa que una creencia sin fundamento. No se deje llenar el corazón de odios infundados ni la cabeza de falsedades; active el pensamiento crítico.”

El pensamiento crítico es fundamental para la autonomía intelectual porque dota a las personas de las habilidades necesarias para examinar la validez de las ideas, evaluar fuentes de información y formular juicios propios basados en la razón y la evidencia. Sin esta capacidad, el pensamiento individual se vuelve dependiente de la opinión ajena, de la autoridad o de la costumbre. La autonomía intelectual, por tanto, no significa pensar diferente por rebeldía, sino pensar por cuenta propia con fundamento.

Además, el pensamiento crítico promueve la responsabilidad intelectual: obliga a reconocer los límites del propio conocimiento, a revisar las propias creencias y a corregir errores cuando la evidencia lo exige. Esta disposición a la autocrítica fortalece la independencia mental, pues impide que la persona se aferre dogmáticamente a ideas solo por conveniencia o tradición. Una mente crítica no es aquella que lo rechaza todo, sino la que sabe discernir entre lo verdadero, lo probable y lo falso.

Por otro lado, en una sociedad saturada de información y opiniones, el pensamiento crítico se convierte en una herramienta de liberación cognitiva. Permite filtrar los mensajes manipuladores, distinguir los hechos de las interpretaciones y reconocer los intereses ocultos detrás de ciertos discursos. Así, quien piensa críticamente no se deja llevar por la presión social ni por las emociones colectivas, sino que actúa desde su criterio propio, construyendo una voz auténtica dentro del diálogo social.

En síntesis, el pensamiento crítico es la base de la autonomía intelectual porque enseña a pensar con libertad, pero también con responsabilidad. Una mente autónoma no es la que sabe más, sino la que sabe pensar mejor: aquella que duda con inteligencia, razona con rigor y decide con conciencia.

La Edad de la Independencia Mental 

Diversos estudios en psicología cognitiva, educación y neurociencia del desarrollo coinciden en que la autonomía intelectual es una capacidad que no todas las personas alcanzan plenamente. Se estima que solo entre el 20% y el 30% de los adultos logran desarrollar un pensamiento verdaderamente autónomo, caracterizado por la habilidad de cuestionar las ideas recibidas, evaluar críticamente la información y formar juicios propios fundamentados. El resto de la población tiende a apoyarse en la autoridad de figuras externas (como expertos, instituciones, medios o tradiciones) al momento de decidir qué creer o cómo interpretar el mundo.

Esta diferencia no necesariamente refleja una falta de inteligencia, sino más bien el grado de madurez intelectual y emocional alcanzado. La autonomía intelectual requiere no solo habilidades cognitivas avanzadas, sino también seguridad personal, autoconfianza y apertura mental para tolerar la incertidumbre y revisar las propias creencias. Por ello, suele verse influida por factores como la educación recibida, el entorno cultural, las oportunidades de debate y reflexión, y el acceso a información diversa.

En cuanto a la edad, la autonomía intelectual comienza a manifestarse durante la adolescencia media (aproximadamente entre los 13 y 17 años), cuando el desarrollo del pensamiento abstracto permite reflexionar sobre valores, normas y puntos de vista distintos. Sin embargo, este proceso no se consolida de inmediato. Estudios en neurociencia han mostrado que la corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones complejas y del juicio crítico, sigue madurando hasta los 25 o incluso 30 años. Por ello, se considera que la edad de desarrollo pleno de la autonomía intelectual suele ubicarse entre los 25 y 30 años, momento en el que la persona alcanza un equilibrio entre pensamiento lógico, experiencia vital y estabilidad emocional.

Cabe destacar que este desarrollo no ocurre de manera automática. Las personas que no son estimuladas intelectualmente por ejemplo, a través del diálogo, la lectura crítica o la exposición a diferentes perspectivas, pueden quedar ancladas en etapas de pensamiento dependiente o conformista, sin llegar a cuestionar de manera profunda las ideas predominantes. En cambio, quienes viven en entornos que promueven la curiosidad, la reflexión y la responsabilidad intelectual tienden a alcanzar mayores niveles de independencia cognitiva.

En síntesis, la autonomía intelectual es una meta evolutiva y educativa que solo una parte de la población logra plenamente.

Conclusión

La autonomía intelectual representa uno de los logros más altos del espíritu humano. No basta con vivir en una sociedad libre si nuestra mente sigue siendo prisionera de la costumbre, la manipulación o el miedo a pensar distinto. La verdadera independencia no se conquista con espadas ni con leyes, sino con ideas propias, con la valentía de razonar y con la humildad de aprender.

Pensar por uno mismo es un acto de coraje. Implica asumir la responsabilidad de nuestras creencias, reconocer los límites de nuestro conocimiento y atrevernos a cuestionar incluso aquello que consideramos incuestionable. Significa abandonar la comodidad del pensamiento colectivo y aventurarse en el terreno, a veces incierto, de la reflexión personal. Pero solo allí, en ese ejercicio de duda y conciencia, nace la auténtica libertad.

Así como los pueblos lucharon por su independencia política, cada persona debe luchar por su independencia mental. La autonomía intelectual es una forma de emancipación interior que nos protege de la manipulación, del fanatismo y de la ignorancia. Es también el cimiento de una sociedad más justa y lúcida, capaz de dialogar sin dogmas y de construir conocimiento con sentido crítico y ético.

El desafío de pensar por uno mismo es, en el fondo, una invitación a vivir con plenitud: a no aceptar verdades impuestas, a leer más y repetir menos, a mirar el mundo con ojos propios. Ser autónomos intelectualmente no es un privilegio, sino una responsabilidad con nosotros mismos y con el futuro que ayudamos a construir.

Porque solo quien se atreve a pensar libremente puede considerarse verdaderamente libre.

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Moradores del barrio Namirez Alto de Cumbaratza expresan su preocupación por fallas en la obra del estadio comunitario

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Moradores, padres de familia y autoridades parroquiales de Cumbaratza manifestaron su preocupación por el estado actual del estadio comunitario del barrio Namirez Alto, obra ejecutada mediante un convenio tripartito entre el Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) Municipal de Zamora, el GAD Parroquial de Cumbaratza y el Distrito de Educación Zamora-Yacuambi.

El proyecto, que representa una inversión aproximada de 80 mil dólares, tiene como objetivo beneficiar a la comunidad educativa y a los habitantes del sector. Sin embargo, durante un recorrido realizado recientemente, se evidenciaron fisuras en las gradas, deficiencias en la estructura metálica, acumulación de agua en la cancha por falta de drenaje, y otros aspectos que generan preocupación en la ciudadanía.

El presidente de la escuela, Florencio Ávila, expresó que los moradores reconocen la importancia de la obra, pero solicitan que “se entregue en óptimas condiciones”. Indicó que “las gradas presentan grietas y la cancha no cuenta con un sistema de drenaje adecuado, lo que impide su uso deportivo”.

En similar sentido, el morador Dionicio Japón señaló que “no se trata de rechazar la obra, sino de exigir calidad”. Manifestó que “antes de ser inaugurado, el estadio ya presenta deterioro y filtraciones, lo cual genera preocupación entre las familias del sector”.

Durante la visita, el vocal del GAD Parroquial de Cumbaratza, Herman Reyes, informó que ha solicitado una revisión técnica del proyecto y pidió al contratista cumplir con las especificaciones establecidas en el contrato. “Esta obra, ejecutada por la empresa del ingeniero Johnny Ortega, debe entregar resultados de calidad. Se observan fracturas, problemas de drenaje y soldaduras deficientes. Es indispensable que el contratista asuma su responsabilidad y realice las correcciones necesarias”, afirmó.

Asimismo, el vocal Patricio Ramón recordó que el estadio fue construido bajo un convenio tripartito, en el cual el GAD Municipal de Zamora aportó 50 mil dólares. Señaló que, según el acta de entrega provisional firmada el 10 de julio de 2025, el contratista dispone de un plazo de seis meses para corregir las observaciones y garantizar la calidad de la obra. “Este proyecto debe cumplir con los términos de referencia del contrato. De ser necesario, se solicitará un peritaje técnico y la intervención de organismos de control para verificar el cumplimiento de lo estipulado”, subrayó.

Por su parte, el dirigente comunitario Juan Ávila insistió en que los habitantes gestionaron la ejecución del proyecto con la expectativa de contar con un espacio digno y seguro para los niños y jóvenes del sector. “La comunidad luchó por esta obra durante años. No pedimos más recursos, solo que se respete el convenio y se entregue un estadio funcional, con drenaje, estructuras seguras y acabados de calidad”, expresó.

Los moradores recalcaron que no buscan confrontaciones, sino garantizar que la inversión pública beneficie verdaderamente al barrio Namirez Alto y a la escuela del sector. En ese sentido, exhortaron a las autoridades locales y al contratista a revisar técnicamente la obra, corregir las fallas y proceder a una entrega definitiva transparente y responsable, conforme a la normativa vigente y al espíritu de servicio a la comunidad.

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