Opinión
Bienvenido 2024, un año cuya única opción es salvarnos

Una locura colectiva momentánea atrapa a la mayor parte de la humanidad cada 31 de diciembre, en una noche prodigiosa y necesaria, que daría la impresión de que algo portentoso está llegando, hasta que retorna la cordura para ubicarnos ante la realidad que para los ecuatorianos es difícil, compleja e impredecible.
En fracciones de segundo, la magia del tiempo nos ha puesto en un nuevo año, y ya estamos en 2024, ocasión para recomenzar la vida, a pesar de que esta nunca haya sido interrumpida.
A estas alturas, nadie parece tener una idea segura de lo que nos deparará el año que acaba de comenzar, pero nos aferramos a la ilusión de que será mejor, porque tampoco existe otra opción.
Los intentos de hacer del optimismo el aliado imprescindible tienen sus bemoles si lo que se pretende es eludir hablar de los pesares que atormentaron a la sociedad en el annus horribilis que para Ecuador fue 2023, que nos dejó mucho dolor y vergüenza colectiva.
Entonces uno se pregunta qué pensarán las nuevas generaciones que vienen de prisa y que ven, con asombro, cómo se desangra la patria de la que sus ancestros se sentían orgullosos y la de la cual ellos pronto deberán hacerse cargo.
Y las únicas probables respuestas son otras interrogantes que aluden a cómo llegamos a esta situación y cómo se permitió tanto ultraje a la nación; para llegar a nuevas preguntas sobre el devenir colectivo, en especial sobre qué hacemos para que los malos no se impongan, y para que las declaraciones de las autoridades sean reemplazadas por acciones decisivas, capaces de detener el desangre, literal, que atestiguamos.
La crueldad de los últimos días del año en varias provincias, sobre todo en Esmeraldas, con horrendos asesinatos y vehículos incendiados, agregaron más dolor al cruento 2023 que cerró con una tasa de 40 homicidios por cada 100.000 habitantes, ubicándonos como el país más violento de América Latina.
Entender que detrás de cada víctima hay madres, padres, hermanos, amigos y vecinos que han sufrido por su partida a manos de personajes que han caído al peldaño más bajo de la condición humana para quitar la vida a cambio de una paga, resulta estremecedor. Y nadie debería quedar impasible.
2023 también permanecerá en la memoria porque la historia política de Ecuador dio un viraje con el magnicidio de un candidato a la Presidencia de la República, un hombre luchador y frontal; un valiente al que el país lo extraña por una suerte de orfandad de Patria que ha dejado su partida y porque cada vez hay más evidencias de que sacarlo del camino fue un complot gestado de manera siniestra durante largo tiempo, ignorando que lo convertirían en un faro inspirador.
El país demanda conocer los nombres de los instigadores, porque no es posible que no paguen por su horrendo crimen.
Cerrar el año con cortes de luz fue la metáfora exacta de la negligencia manifiesta del gobierno de Lasso, quien se marchó al aplicar la muerte cruzada, en una suerte de suicidio político, tras hacerse de los peores enemigos y desoír las advertencias.
El país ha empezado 2024 cargando el pesado fardo de una crisis económica sin precedentes, que no se avizora será solventada con prontitud porque las cifras en rojo son alarmantes y las opciones para solventarlas, escasas.
Una de las mayores consecuencias de la crisis es la falta de empleo, en un país que apenas 35% tiene uno adecuado, lo que ha empujado a miles de compatriotas a un nuevo y doloroso éxodo, para lograr un trabajo que les permita sustentarse, porque su país les niega una oportunidad.
Una legislación laboral obsoleta que data de comienzos del siglo pasado, no ha sido actualizada por la dirigencia política indolente y calculadora que antepone sus intereses electorales a cualquier cambio y un sindicalismo egoísta que solo defiende lo suyo, sin entender que un trabajo a tiempo parcial, idéntico al que quienes emigran desempeñan en tierras extrañas, es imprescindible.
En este escenario, la consulta popular ofertada por el presidente Noboa, que no puede tardar en ser convocada, so pena de repetir el fatal error de Lasso, debe contener preguntas decisivas para propiciar la creación de empleo y otras que impliquen los cambios que se requieren con apremio en lo social, lo político y la seguridad.
Al finalizar el año, la valiente denuncia de la fiscal Diana Salazar con el caso Metástasis que mostró los funestos nexos del crimen organizado y las mafias, fue una suerte de catarsis colectiva, que la sociedad asimiló con aflicción y esperanza a la vez, al comprobar que no todo está perdido, y al ratificar que la transparencia es oxígeno para los pueblos.
En este 2024 hay que cerrar filas en torno a la lucha contra la impunidad que lleva adelante Diana Salazar, para evitar que los políticos tocados de cerca o de lejos por sus revelaciones pretendan, usando el doble estándar, alardear de un supuesto apoyo, y seguir al mismo tiempo conspirando para deshacerse de ella.
Quienes hoy ostentan el poder y quienes ansían hacerlo un día tienen que entender que solo la verdad, la lucha contra la impunidad y el castigo a la corrupción evitarán que Ecuador termine de hundirse; en cuyo caso ya no tendrán siquiera qué país gobernar.
Por eso, en este 2024, al que le damos la bienvenida, la única opción es actuar para salvarnos entre todos.
Fuente: Primicias
Noticias Zamora
El alivio financiero: entre el derecho ciudadano y la responsabilidad institucional

Por Alcibar Lupercio, periodista.
La aplicación de la Ley de Alivio Financiero, a través de la resolución 2025-0145 emitida por la Junta de Política y Regulación Financiera, marca un punto de inflexión en la relación entre el sistema financiero y los ciudadanos ecuatorianos. No se trata simplemente de una medida técnica de diferimiento de pagos, sino de un instrumento de política pública con fuerte carga social y sentido de justicia económica.
En medio de una coyuntura marcada por la pérdida de ingresos, el desempleo y el aumento de la morosidad en créditos de consumo —que ya supera el 6,5 %—, la posibilidad de postergar el pago de deudas hasta por 180 días constituye un respiro legítimo y necesario. Su impacto no es menor: preserva la estabilidad de los hogares y previene el colapso de su economía familiar, sin que esto implique costos por mora ni cargos legales.
Desde una perspectiva política, esta medida ratifica la capacidad del Estado para intervenir cuando el bienestar de la población lo exige, protegiendo a quienes han cumplido con sus obligaciones crediticias y que, a pesar de ello, hoy necesitan una pausa. Pero también revela una realidad preocupante: algunas entidades financieras niegan este derecho o informan de manera incorrecta, contraviniendo no solo la resolución oficial sino el principio de transparencia al que están obligadas.
Por ello, es imprescindible recordar que este beneficio aplica en todo el sistema financiero: bancos públicos, privados y cooperativas, y que ninguna entidad puede negarse a otorgarlo si se cumplen las condiciones establecidas. En caso de negativa, el camino correcto es presentar una queja formal ante la Junta de Política y Regulación Financiera o ante las Superintendencias correspondientes. El silencio o el rechazo infundado es una falta institucional que debe ser corregida.
Sin embargo, postergar no significa olvidar. El alivio financiero no es una condonación, sino un diferimiento que extiende el plazo del crédito: por ejemplo, si un préstamo finalizaba en diciembre de 2026, tras acogerse a los seis meses de alivio, se terminará de pagar en junio de 2027. Este acuerdo, voluntario y claro, debe formar parte de una estrategia de reorganización financiera responsable, tanto por parte del ciudadano como de las entidades.
En síntesis, el alivio financiero es una oportunidad que demanda corresponsabilidad. Su éxito depende de usuarios informados, bancos comprometidos y autoridades vigilantes. Solo así, esta política podrá cumplir su verdadero objetivo: garantizar una recuperación económica con rostro humano, centrada en la dignidad de quienes siguen apostando por cumplir, aun en medio de la adversidad.
Noticias Zamora
«La crisis silenciosa en Zamora Chinchipe»

Por Alcibar Lupercio
«Es tiempo de atender urgencias»: este no es un eslogan, es el grito firme de una provincia que siente cómo se le desmorona el suelo bajo los pies mientras sus autoridades se entretienen en la superficie con solo discursos, inauguraciones simbólicas y fotos para redes sociales.
Vivimos una etapa crítica en Zamora Chinchipe, donde la fragilidad de las vías rurales, los puentes en riesgos y la erosión de terrenos privados no son simples efectos colaterales, sino la consecuencia directa de una minería descontrolada y consentida por la omisión de quienes deberían ejercer control. ¿Dónde están las acciones de las autoridades, MAATE, ARCERNNR, Asambleístas, prefecta, Gobernadora, Alcaldes y Juntas Parroquiales? Dónde están los que en campaña dijeron que defenderían a su pueblo. El silencio cómplice de muchas autoridades no solo erosiona los caminos, sino también la confianza ciudadana.
Estamos normalizando la informalidad y la destrucción ambiental y con ello la condena al abandono a las comunidades. ¿Cómo se explica que un proyecto de construcción de asfaltado en la vía La Saquea – Guaguayme Bajo o la vía La Saquea – Guadalupe esté en riesgo por la cercanía de actividades mineras al río Yacuambi? estos son solo dos ejemplos pequeños. ¿Qué sentido tiene invertir millones de dólares en infraestructura si se permite, por omisión o negligencia, que se destruya importantes obras?
A esto se suma el incremento alarmante de la inseguridad, no solo en Yantzaza, también es en la provincia. La criminalidad se instala en nuestras calles y y vías, mientras muchos funcionarios se limitan a emitir condolencias en redes sociales. Felicito a la alcaldesa de Yantzaza por romper ese patrón de pasividad y liderar con valentía, pero su ejemplo no basta. Esta batalla exige una respuesta articulada, decidida y colectiva.
No podemos seguir esperando una tragedia mayor para reaccionar. El abandono de nuestras vías, la creciente violencia no son simples quejas: son las urgencias reales del pueblo. Que no se diga que las autoridades no fueron advertidas. Que no se diga que no hubo voces que con respeto y firmeza exigimos actuar a tiempo.
Si se sigue priorizando los eventos sociales, las pugnas políticas y los intereses personales, la historia no perdonará a quienes teniendo el poder de actuar, eligieron la indiferencia. La hora de despertar es ahora. Y este llamado lo hacemos como ciudadanos, no desde el odio, sino desde el compromiso con el futuro de nuestros hijos y de esta tierra amazónica que clama por justicia y dignidad.
Opinión
Las razones económicas por las que no conviene una Asamblea Constituyente

Varias razones sustentan la negativa a convocar, en este momento, a una Asamblea Constituyente. Entre las más importantes están las de naturaleza económica. Describo algunas.
En primer lugar, si se llega a proponer un proceso de esa envergadura, los agentes económicos tomarán recaudos antes de emprender en nuevas actividades. Dicho posicionamiento resulta plenamente comprensible pues, frente a posibles cambios en las reglas de juego básicas que orientan las relaciones entre Estado, mercado y sociedad, lo más prudente es ser cauto.
Así, hasta que no se conozcan las líneas matrices de la nueva estructura económica del país, el inmovilismo será la tónica entre oferentes y demandantes. La aversión al riesgo entrará a jugar un papel clave, más aún si se considera que estamos en un país en el que predecir el comportamiento de los actores políticos se ha vuelto cada vez más difícil. Literalmente, entraremos en un limbo económico por mucho tiempo.
Bajo un escenario de incertidumbre como el señalado, el desempleo, una de las principales problemáticas del país, difícilmente descenderá. Dado que los nuevos términos de la contratación serán desconocidos por un buen tiempo, la decisión que generará menores costes a los empleadores será esperar.
Esa espera, que implica también contratiempos de otro orden al sector productivo, será preferible a tomar una decisión que luego pueda comprometer las finanzas de la empresa, sobre todo de la más pequeña. Al fin y al cabo, quienes tienen mayor músculo económico siempre podrán capear de mejor forma los avatares de la vida política nacional.
De otro lado, para los que tienen recursos frescos, una Asamblea Constituyente también los colocará en una disyuntiva. Ahí, siguiendo la línea más conservadora del juego económico, muchos preferirán colocar sus harinas a buen recaudo. Algunos fondos, los más grandes, irán a distintos espacios financieros internacionales mientras que los que tienen menos ceros acudirán a depósitos a plazo dentro del país. Ganar algo de intereses mientras pasa el vendaval de la política siempre será una buena opción. Sin embargo, la mediana tranquilidad de unos irá a costa de quienes tienen la tarea de colocar esos recursos en la economía nacional. Ahí la banca nacional podría afrontar dificultades frente a una (mayor) contracción en la demanda de créditos.
Al ambiente anotado hay que agregar las secuelas en el orden internacional. Maximizadores de beneficios como son los organismos multilaterales de crédito, ante un evento de la trascendencia de una nueva carta constitucional, aguardarán antes de tomar decisiones que comprometan sus recursos. El historial del país en ese tipo de espacios no se ha caracterizado por el cumplimiento de la palabra ofrecida y eso seguramente será un aditamento para que las posibilidades de financiamiento externo entren en stand by por algunos meses. Meses que pueden convertirse en años si se considera que de cada arista del sistema económico que se vaya a discutir en la Asamblea Constituyente pueden derivarse largas y tediosas disquisiciones que, como ya se ha visto, en muchas ocasiones no llegan a ningún punto de acuerdo.
A todo lo dicho hay que agregar que no se avizora una agenda económica sostenida y sostenible que marque el modelo que se pretendería impregnar en la nueva Constitución. Hay reformas sueltas que han sido identificadas desde varios sectores, desde luego, pero no hay una elaboración orgánica del país económico que se quiere. Sin un libreto claramente establecido, una Asamblea Constituyente, en lo económico, puede terminar como una gran colección de demandas puntuales de diferentes actores y grupos de presión. Ya tenemos esa triste experiencia con el larguísimo articulado de Montecristi. No valdría la pena volver a caer en un error de ese tipo.
Los cambios en materia económica son necesarios, necesarísimos, pero quizás bajo las condiciones actuales del país, la opción más prudente está en reformas parciales a la Constitución, algo que se puede hacer con menores costes políticos y menor incertidumbre para los agentes productivos. Fuente: Primicias
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