Opinión
Juramento a la Bandera en Ecuador: Un Compromiso con la Patria y el Futuro

Introducción
El juramento a la bandera en Ecuador trasciende al simple acto ceremonial que cada septiembre reúne a los estudiantes. Se trata de un momento solemne en el que la juventud asume públicamente un compromiso con su patria, con la historia que la sostiene y con el futuro que está por construir. Este gesto de respeto hacia el símbolo nacional no solo honra a quienes lucharon por la independencia y la soberanía, sino que también marca el inicio de una etapa de responsabilidad cívica y ciudadana. Al prometer lealtad a los colores amarillo, azul y rojo, los jóvenes reafirman su identidad, su pertenencia a una nación diversa y su voluntad de trabajar por un Ecuador justo, solidario e innovador.
¿Qué significa jurar la bandera?
Jurar la bandera es un acto simbólico de lealtad y respeto hacia la nación. No se trata únicamente de una promesa formal, sino de un pacto ético y moral con el Ecuador. Al pronunciar el juramento, los estudiantes expresan su compromiso de defender la libertad, la soberanía y los principios democráticos del país. Este acto representa también la gratitud hacia quienes ofrendaron su vida por la independencia y la unidad nacional, así como el deber de continuar construyendo una sociedad más justa y solidaria. Jurar la bandera no es un acto de un solo día, es un compromiso que debe vivirse todos los días con honor y responsabilidad. Cada estudiante que jura la bandera se convierte en portador de la esperanza de un Ecuador más justo, innovador y solidario.
Orígenes y Evolución de la bandera ecuatoriana
La primera bandera ecuatoriana flameó el 10 de agosto de 1809 en Quito, era una bandera totalmente roja con un asta blanca. En 1822 se adoptó por primera vez el tricolor amarillo, azul y rojo con un escudo en el centro, después de la Batalla de Pichincha y la anexión del territorio a la Gran Colombia. En 1830, luego de la disolución de la Gran Colombia, el Escudo Nacional cambió para reflejar el nuevo estado independiente. En 1845-1860, se utilizó un diseño diferente durante la Revolución Marcista, con una franja azul central y estrellas blancas que representaban las provincias. En 1900, el Congreso ecuatoriano determinó que la Bandera Nacional sería el tricolor oficial, igual al que se adoptó en su independencia, restaurando el diseño original. El 7 de noviembre de 1900, el general Eloy Alfaro firmó el decreto que reglamentó el uso de la bandera tricolor.
A partir del 26 de septiembre de 1955, se conmemora el Día de la Bandera Nacional, cuando los estudiantes realizan el juramento a la bandera.
El Congreso Nacional decretó el 26 de septiembre como el Día de la Bandera Nacional del Ecuador en 1955. Este decreto hizo que la conmemoración fuera obligatoria cada año, en la que los estudiantes realizan el juramento a la bandera.
El 26 de septiembre de 1860, el Dr. Gabriel García Moreno decretó que la bandera adoptara los colores: amarillo, azul y rojo, que son los que conocemos hoy en día.
En noviembre de 2009, la Secretaría Nacional de Comunicación de Ecuador emitió un reglamento en el que se describen las aplicaciones y proporciones de la bandera nacional, el escudo y otros símbolos nacionales.
La bandera nacional tiene una longitud de 2,20 metros y una anchura de 1,47 m, una proporción de 0.5 a 20. El campo está dividido en tres bandas horizontales de color, una banda amarilla de la mitad de la anchura de la bandera, una banda azul de un cuarto de la anchura y una banda roja de un cuarto de la anchura. Las tres bandas se extienden a lo largo de la bandera. La bandera lleva el escudo ecuatoriano a escala de la mitad del ancho de la bandera y centrado en el campo.
La bandera del Ecuador no solo ondea en los mástiles; late en el corazón de cada ciudadano que decide servir a su patria con lealtad y valentía.
Los compromisos que asumen los estudiantes
Cuando la juventud ecuatoriana jura la bandera, asume responsabilidades tanto con la patria como consigo mismo:
- Con la patria, se compromete a respetar la Constitución y las leyes de la república, a cuidar los recursos naturales, a valorar la diversidad cultural y a trabajar por la paz y el progreso colectivo.
- Consigo mismo, promete cultivar la honestidad, la disciplina, el esfuerzo y la superación personal como pilares para alcanzar sus metas.
- Con la sociedad, reafirma su deber de convertirse en un ciudadano responsable, consciente de los retos nacionales y dispuestos a contribuir al bienestar común.
Este acto, entonces, no es una obligación impuesta, sino una decisión que marca el inicio de una vida adulta consciente y comprometida.
Significado de los colores de la bandera nacional
Su diseño se inspira en los colores ideados por el general venezolano Francisco de Miranda, precursor de la independencia americana y se ha mantenido como símbolo nacional de identidad y unidad.
Los colores de la bandera tienen un profundo significado:
- Amarillo: representa la riqueza del suelo ecuatoriano, su oro, su agricultura y la generosidad de su gente.
- Azul: simboliza el cielo que cubre la patria y el océano Pacífico que baña sus costas.
- Rojo: recuerda la sangre derramada por los héroes que lucharon por la libertad y la independencia.
Al centro, el escudo de armas resalta la diversidad natural y cultural del Ecuador, reafirmando que la patria es fruto de la lucha y el esfuerzo colectivo. El amarillo, el azul y el rojo no son solo colores, son la memoria de nuestra historia y el reflejo de nuestro destino común.
El rol de las familias y las instituciones educativas
La formación de bachilleres justos, innovadores y solidarios no depende solo de los jóvenes; es una tarea compartida entre familias e instituciones educativas:
- Los padres de familia tienen el reto de acompañar con el ejemplo, inculcando valores de respeto, honestidad y compromiso social en sus hijos. El hogar debe ser el primer espacio de formación ciudadana, donde los principios se transmitan con acciones más que con palabras.
- Las instituciones educativas deben orientar a los estudiantes hacia el pensamiento crítico, la creatividad y la responsabilidad social, preparando a los futuros bachilleres para que contribuyan activamente al desarrollo del país.
De esta manera, la ceremonia de juramento se convierte en un puente entre la tradición patriótica y la visión de un Ecuador moderno que necesita jóvenes líderes, capaces de enfrentar los desafíos globales sin perder sus raíces.
Formar bachilleres íntegros es tarea compartida: la escuela educa, la familia guía y la patria espera.
Perfil del Bachiller Ecuatoriano: Justos, Innovadores y Solidarios
El perfil del bachiller ecuatoriano expresa la esencia de lo que el sistema educativo busca formar en cada estudiante que culmina su bachillerato. No se trata únicamente de conocimientos adquiridos, sino de la construcción integral de ciudadanos comprometidos con su patria y con el mundo. En este marco, el bachiller ecuatoriano se proyecta como justo, innovador y solidario.
Justicia
El bachiller ecuatoriano reconoce las necesidades y potencialidades de su país y se involucra activamente en la construcción de una sociedad democrática, equitativa e inclusiva (J1). Procede con respeto y responsabilidad hacia sí mismo, hacia los demás, hacia la naturaleza y hacia el mundo de las ideas; asume sus obligaciones y, al mismo tiempo, defiende sus derechos (J2). Además, reflexiona sobre sus fortalezas y limitaciones para diseñar un plan de vida que le permita crecer como ser humano íntegro y consciente de su papel en la sociedad (J3).
Innovación
El bachiller no solo reproduce conocimientos, sino que crea y transforma. Se caracteriza por su iniciativa, pasión y visión de futuro, asumiendo liderazgos auténticos y responsables (I1). Su curiosidad intelectual lo impulsa a investigar la realidad nacional y mundial, reflexionar críticamente y aplicar saberes interdisciplinarios para resolver problemas de manera colaborativa (I2). Domina diversos lenguajes —oral, escrito, numérico, digital, artístico y corporal—, utilizándolos con responsabilidad en la comunicación de sus ideas (I3). A ello suma la capacidad de organizarse y actuar con autonomía, aplicando el razonamiento lógico y crítico, practicando la humildad intelectual y manteniendo un aprendizaje permanente (I4).
Solidaridad
El bachiller ecuatoriano asume su responsabilidad social y se relaciona con empatía, comprensión y tolerancia en contextos diversos (S1). Construye su identidad nacional reconociendo y valorando la riqueza multicultural y pluriétnica del Ecuador, respetando las identidades de otros pueblos y naciones (S2). Busca la armonía entre lo físico y lo intelectual, aplicando su inteligencia emocional para ser positivo, flexible y autocrítico (S3). Finalmente, se integra al trabajo en equipo, respetando las ideas y aportes de los demás, y comprendiendo la realidad que lo rodea con una actitud de cooperación (S4).
En suma, el perfil del bachiller ecuatoriano sintetiza una visión de futuro en la que cada joven no solo representa el fruto de una formación académica, sino también el compromiso con la justicia, la innovación y la solidaridad. Ellos son la base de una ciudadanía activa, crítica y constructiva, llamada a honrar la Patria con hechos que respondan a los desafíos del presente y del porvenir.
Conclusión
El juramento a la bandera en Ecuador es mucho más que una ceremonia escolar: es un símbolo vivo de unidad, identidad y compromiso. A través de este acto, los jóvenes reconocen el valor de la historia que los antecede y asumen la responsabilidad de ser protagonistas en la construcción de un país más justo, solidario e innovador. La bandera, con sus colores que evocan riqueza, esperanza y sacrificio, se convierte en un recordatorio constante de que el futuro del Ecuador está en manos de ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos.
En cada juramento se renueva la promesa de honrar a la patria no solo con palabras, sino con hechos que fortalezcan la democracia, cuiden la diversidad y promuevan el bienestar colectivo. Así, la juventud ecuatoriana se proyecta como la generación capaz de transformar los desafíos en oportunidades, llevando siempre en alto los valores que hacen grande a la nación.
El verdadero juramento no está en las palabras, sino en las acciones con las que cada joven construye el país que sueña.
Opinión
El carácter mefistofélico del gobierno

Por: Alonzo Cueva Rojas
En Ecuador, se promueve una estrategia destinada a desacreditar la lucha social al vincularla con el crimen organizado, con cuya narrativa y la aplicación de un conjunto de medidas impositivas y represivas, el régimen acelera la privatización de sectores estratégicos, mientras se menoscaban derechos esenciales de las comunidades.
El pueblo, sin embargo, sigue firme en defender su legítimo derecho a vivir con dignidad, sin estar subordinado a los intereses de las multinacionales; y aunque, el discurso oficial habla de combatir las bandas criminales, en la práctica el Estado muestra una actuación limitada frente al problema.
Sería un ejemplo muy ilustrativo preguntar en Durán si alguna vez sus habitantes han visto un convoy militar compuesto por cien vehículos tácticos y blindados ingresar a su jurisdicción para hacer frente a la violencia que ha convertido esa ciudad en el epicentro del crimen en Ecuador. En este panorama, se percibe el carácter mefistofélico del gobierno cuando emplea todo el potencial militar y policial para reprimir a los sectores sociales que combaten su política antipopular y autoritaria.
Opinión
Noboa, entre la deriva autoritaria y la Constituyente

Gonzalo Ortiz | Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
Con inusitada velocidad, el presidente Noboa recibió la noche del martes el dictamen de la Corte Constitucional (CC) y antes de que amaneciera el miércoles, pasadas las 4 de la madrugada, emitió el decreto ejecutivo 155 en que, agachando la cabeza, eliminó 13 considerandos del decreto anterior (el 153), que fueron observados por la CC por inducir al voto, y corrigió el pésimo cálculo para la elección de los asambleístas, a fin de que cuadraran con los 80 que quería.
Ese decreto 153 es vergonzoso, como mucho de lo que sale de palacio: mal redactado, mal calculado.
Noboa señalaba que el total de asambleístas sería de 80 y que procederían 24 de una lista nacional, 52 de las provincias y 6 del exterior, pero no precisaba, como lo han hecho todos los que han convocado a una Constituyente, cuántos se elegirían por cada provincia, dejando ese cálculo al CNE, al que disponía publicar el «cuadro provincial definitivo aplicando el método D’Hondt».
Se ve que en el Palacio de Gobierno les da pereza calcular y que, además, no entienden para qué sirve el método D’Hondt, que no es un método para decidir cuántos asambleístas se eligen por provincia sino para asignar escaños después de una votación.
La CC le pega al Gobierno una repasada de maestro de escuela a alumno vago: «Cabe precisar que el método D’Hondt no determina el tamaño de las circunscripciones, sino que se aplica únicamente a la adjudicación de escaños una vez obtenidos los resultados electorales».
Pero, además, había una confusión de padre y señor mío en el número de asambleístas a elegirse. Noboa proponía uno fijo por provincia más uno por cada 200 mil habitantes o fracción que supere los 150 mil habitantes. Pero eso arrojaba como resultado 104 asambleístas provinciales y no 52.
La CC ha tenido que insistir en su dictamen en este punto, que es de aritmética de primaria: si hay mínimo un asambleísta por provincia se tiene 24, por lo que para completar los 52 solo debe elegirse 28 de acuerdo con la población. Pero si se aplica el criterio de uno por cada 200.000 habitantes, ¡resulta que se eligen 80!
Así, el “pequeño” error de cálculo de palacio haría que se tenga 80 asambleístas por población más 24 por el mínimo, más los demás segmentos: una asamblea de 132 integrantes, mucho más de lo que supuestamente se fija como máximo.
Con la cara roja de vergüenza deben haber leído en el palacio, la noche del martes, lo que les dice la Corte Constitucional: “Al no contar con parámetros claros de elección, no sería posible realizar ni siquiera la convocatoria a elecciones de la Asamblea Constituyente”.
Así que ahora, en el decreto expedido en el rosicler de la aurora, Noboa agacha la cabeza, quita los 13 considerandos (de 33 que eran), cambia la base de cálculo y establece que se elegirá un asambleísta por cada 471.000 habitantes.
También aclara otra cosa que la CC le indica: el método para el reparto de escaños de las listas nacional y del exterior. En efecto, era tan descuidada la redacción del 153, que señalaba que solo el reparto de las listas provinciales se haría por el D’Hont.
Esto lleva a preguntarse una vez más: después de la vergüenza que el país pasó al ver a los asesores jurídicos de la Presidencia de la República y del Legislativo balbucear incoherencias en su triste defensa de las preguntas para consulta popular en las audiencias de la CC, ¿no se ha dado cuenta el presidente Noboa de que necesita asesores de mejor nivel?
Yo escogería a los mejores juristas del Ecuador, pero al menos el primer mandatario debería escoger a quienes puedan redactar como un mediano bachiller y hacer cálculos aritméticos de un buen alumno de primaria, y no estos analfabetos de los que está rodeado.
Y también lleva a pensar en el futuro: si llega a darse la asamblea constituyente, ¿quiénes serán los iluminados que redacten la nueva Constitución? ¿Personas del ínfimo nivel como sus asesores? ¿O del penoso nivel de los actuales asambleístas, que no en vano se ha calificado como los peores de la historia?
Anteayer, el presidente dijo que “los conchudos” a los que ha ganado dos veces le quieren dar lecciones de lo que debe hacer. Se refiere, claro, al correísmo. Pero los que no somos conchudos y jamás fuimos correístas, también podríamos afirmar que el personal del que dispone es de última y que está pésimamente asesorado en lo jurídico y en lo político.
No faltará quien salte a refutarme diciéndome que, al contrario, Noboa ha demostrado gran habilidad para controlar todos los poderes. Que ahora responden a él el Legislativo, el Judicial, el Electoral, el de Control Social, y que eso es una muestra de gran manejo político.
Perdonen que les decepcione: eso no es manejo político sino uso de los mecanismos más crasos del poder ejecutivo: reparto de cargos y beneficios.
Me preocupa cómo se consigue esas mayorías y qué hacen esas mayorías. Uno de los resultados recientes no es para tirar cohetes y, al contrario, quedará grabado en las antologías del disparate y la vergüenza: el juicio político al Dr. Gonzalo Albán que, como bien él dijo, es el juicio político “más absurdo de la historia”.
¿Por qué se destituyó a Albán? Por incumplir sus funciones, dice la sentencia de la asamblea. Pero ese supuesto incumplimiento de funciones es por algo que él no hizo y que, además, no ocurrió en el desempeño de sus funciones.
¿Cómo es ese intríngulis? Pues sí, la acusación a Albán es que fue consejero del CPCCS habiendo estado afiliado poco antes al movimiento político Mover. Ya se sabe que el requisito para ser consejero es no pertenecer ni haber pertenecido en años anteriores a un partido o movimiento político (requisito que, obviamente, los de la Liga Azul se saltaron a la bartola).
No conozco al Dr. Albán, pero su explicación es convincente y documentada.
Resulta que cuando fue a inscribir su candidatura al CPCCS esta fue rechazada porque apareció afiliado a Mover. Como nunca se había afiliado a ese ni a ningún otro movimiento, pronto estableció que habían fraguado su firma. Igual sucedía con miles de ecuatorianos que aparecían afiliados a movimientos de manera fraudulenta, por empresas que dicen “recolectar” firmas, cuando en realidad se las inventan.
Albán siguió juicio y probó ante el Tribunal Contencioso Electoral que aquella no era su firma. Este determinó por sentencia que se trataba de un fraude y que el CNE debía inscribir su candidatura. Así llegó al CPCCS.
La argumentación del interpelante, un asambleísta de ADN, fue que no importa la sentencia del único tribunal que puede juzgar esta materia: el Contencioso Electoral, y que el señor Albán actuó habiendo estado afiliado poco antes a Mover. ¡Y sus colegas aceptaron esa falacia y destituyeron a Albán!
Un gobierno autoritario y una legislatura servil decidieron usar el más inverosímil e insostenible argumento para apartar de su cargo a una persona porque no es sumisa al Gobierno. Incluso, y así lo reveló Martín Pallares en el podcast “Politizados” del martes, le habrían ofrecido salvar: si Albán votaba el viernes por el Dr. Mario Godoy para que presida el Consejo de la Judicatura, le libraban del juicio político.
Albán no se vendió y afrontó el juicio político el lunes, cuyo resultado es una vergüenza para interpelante, asambleístas de gobierno y Noboa, pues han usado el argumento más espurio que inventarse puedan para deshacerse de alguien que consideran no manipulable.
Y eso es un honor para Albán, aunque le haya caído el injusto castigo de dos años de suspensión de sus derechos políticos, porque ha mantenido una línea independiente.
Y toda esta retorcida maniobra, ¿para qué? ¡Para nombrar a Godoy!, un abogado que defendió a narcotraficantes, que no es precisamente muy brillante y que tiene varias otras observaciones en su carrera. ¿Su mérito? Ser sumiso al Gobierno, aunque en el año y medio que ha estado en el cargo haya administrado muy mal la judicatura.
¿Puede así hacerse patria? No. Así solo se repite el viejo principio correísta: control total de los poderes del Estado, supresión de cualquier voz disonante, sin que importen los caminos para lograrlo.
Por cierto, si ya controla todo, ¿para qué ir a una Constituyente? ¿No es jugarse un albur y tratar de adivinar dónde está la bolita a un gitano mañoso, como a veces se porta el electorado?
¡Y que Dios nos coja confesados! ¿Será la nueva Constitución un galimatías como aquella frase sin sujeto, verbo y predicado con que el presidente nos anunció su intención de convocar a Constituyente? Fuente: Primicias
Opinión
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