Opinión
Las implicaciones del fin del paro en el Ecuador
Por: Lenin Santiago Jara Viñan. Mgtr.
El Estado, de acuerdo a las leyes vigentes, está facultado para actuar y resolver situaciones que generen caos y desorden en el país. De igual forma tiene que investigar la participación de los ciudadanos que aprovechándose de las manifestaciones causaron temor en la ciudadanía, intimidaron y cometieron delitos e iniciarles una investigación para de hallarlos culpables sancionarlos legalmente, los delitos que se cometieron en las manifestaciones y se hicieron virales a través de las redes sociales son por citarlos de ejemplo; privación de la libertad; daño al bien público y privado entre otros como el impedir el paso de medicamentos y dotaciones para los centros de salud; prohibir el paso de productos de primera necesidad; el obligar a propietarios de los locales comerciales que cierren y forzarlos a que participen de las manifestaciones, ocasionar daños a los vehículos del Estado que están destinados para el servicio a la ciudadanía como son los patrulleros de la Policía Nacional, unidades que se adquieren con el dinero del pago de los impuestos de todos los ecuatorianos. No se tiene un cálculo exacto, pero se estima un total de 6 a 7 millones de dólares diarios de pérdidas para el Ecuador.
Estamos de acuerdo en que, por parte de la fuerza pública y de los manifestantes, la situación se salió de control y es deber del Estado investigar el accionar del ejército y de la Policía Nacional en las manifestaciones y evitar sanciones internacionales. No olvidemos las dos muertes que presuntamente fueron ocasionadas por el ejército ecuatoriano, que se encuentran en investigación por parte de la fiscalía, y es preciso determinar con los responsables de estas muertes.
Se debe investigar quiénes lideraron estas manifestaciones violentas y cómo se financiaron, ya que fueron un aproximado de 31 días de protestas. Los movimientos indígenas actualmente están desarrollando un papel diferente al político; únicamente velan por sus intereses personales utilizando a su gente como escudo.
El presidente de la CONAIE, Marlon Vargas, anunció a través de las redes sociales el cese del paro bajo cuatro pedidos, como son: Desmilitarizar los territorios; liberación de detenidos; atención a las víctimas y no criminalización de dirigentes. En mi opinión personal, las peticiones de la CONAIE son inaceptables cada una de ellas, ya que no está en manos del presidente de la república resolver las peticiones; tiene que intervenir directamente la justicia.
El Estado, de igual forma, está en la obligación de ayudar a las personas que sufrieron pérdidas económicas en los diferentes sectores de producción a nivel nacional a causa de las manifestaciones.
Opinión
El vuelo del cóndor sobre las máscaras
Introducción
Cada 31 de octubre, el Ecuador honra uno de sus más grandes símbolos patrios: el Escudo Nacional, emblema de soberanía, historia y unidad. Sin embargo, esta fecha (que debería llenarnos de orgullo y reflexión) ha ido perdiendo protagonismo frente a una celebración ajena a nuestras raíces: Halloween, una costumbre extranjera que, impulsada por los medios y la globalización, ha conquistado el entusiasmo de niños, adolescentes y jóvenes ecuatorianos.
Esta coincidencia de fechas nos invita a mirar más allá de lo evidente. No se trata solo de comparar dos celebraciones, sino de preguntarnos: ¿por qué lo ajeno nos emociona más que lo propio? ¿En qué momento dejamos de sentir orgullo por nuestros símbolos y comenzamos a celebrar sin memoria?
Este ensayo propone una reflexión necesaria: redescubrir el valor de nuestras raíces y de lo que verdaderamente nos define como nación. Analizaremos cómo la sociedad ha ido reemplazando lo trascendental por lo superficial, qué papel han jugado las generaciones adultas en este cambio, y cómo podemos inspirar a la juventud a reencontrarse con su identidad.
Porque más allá de los disfraces y las modas globales, el Escudo Nacional sigue siendo el rostro de nuestra historia, el reflejo de lo que somos y la promesa de lo que aún podemos ser como ecuatorianos.
Entre raíces y disfraces
Cada 31 de octubre, los ecuatorianos conmemoramos el Día del Escudo Nacional, uno de los más altos símbolos patrios junto con la bandera y el himno nacional. Esta fecha recuerda el año 1900, cuando el Congreso de la República aprobó oficialmente el diseño actual, obra del ilustre artista e intelectual Pedro Pablo Traversari.
El Escudo Nacional del Ecuador no es solo una figura heráldica; es una síntesis visual de la historia, la geografía y los ideales del país. En él se representa el volcán Chimborazo, símbolo de la grandeza y fertilidad de la patria, y el río Guayas, que alude a la riqueza y al trabajo del pueblo. El cóndor andino, majestuoso y vigilante, extiende sus alas como emblema de soberanía y protección.
Cada elemento del escudo tiene un significado profundo que refuerza la identidad nacional y nos invita a valorar los ideales de unidad, independencia y libertad. Celebrar este día no solo implica rendir homenaje a un símbolo, sino también reflexionar sobre lo que significa ser ecuatoriano: reconocer nuestras raíces, respetar nuestra diversidad cultural y comprometernos con el desarrollo y bienestar del país.
En contraste, el 31 de octubre también ha cobrado relevancia en el calendario cultural moderno la celebración de Halloween, palabra que proviene de All Hallows’ Eve o Víspera de Todos los Santos. Su origen se remonta a las antiguas festividades celtas del Samhain, con las que se marcaba el fin de las cosechas y el inicio del invierno, un tiempo de transición que los pueblos consideraban místico.
Con la expansión del cristianismo y posteriormente con la influencia cultural de los Estados Unidos, Halloween se transformó en una festividad popular, caracterizada por disfraces, dulces, calabazas y representaciones de lo sobrenatural. Gracias a los medios de comunicación, el cine y las redes sociales, la celebración se ha globalizado, llegando también al Ecuador, especialmente entre niños, jóvenes y en los espacios educativos y urbanos.
Sin embargo, esta coincidencia de fechas nos invita a reflexionar sobre nuestra identidad y las influencias externas. Mientras Halloween representa una expresión pagana y cultural del mundo globalizado, el Día del Escudo Nacional nos recuerda la importancia de preservar nuestras raíces, valorar nuestros símbolos y fortalecer el sentido de identidad nacional.
Ambas fechas, aunque muy distintas en origen y significado, pueden convivir en un mismo espacio cultural si se las entiende desde el respeto y la conciencia. Halloween puede ser una oportunidad para la creatividad y la diversión, pero el Día del Escudo debe ocupar el lugar central como símbolo de la memoria histórica y la unidad del Ecuador.
La memoria que nos da identidad
Vivimos en una época marcada por la inmediatez, el consumismo y el espectáculo, donde lo visual y lo inmediato tienden a imponerse sobre lo reflexivo, lo espiritual y lo esencial. En este contexto, las fechas trascendentales (aquellas que evocan la memoria histórica, la identidad nacional o los valores cívicos) suelen pasar inadvertidas frente a celebraciones de carácter comercial, mediático o extranjero que prometen diversión y entretenimiento instantáneo.
El olvido de las fechas patrias y de los momentos clave de nuestra historia no ocurre por casualidad, sino que responde a varios factores interconectados:
- La globalización cultural, que ha difundido patrones de consumo y celebraciones ajenas a nuestras raíces. A través del cine, la televisión y las redes sociales, festividades como Halloween o San Valentín se han convertido en fenómenos globales, muchas veces desplazando tradiciones locales. La cultura del “like” y del “trend” prioriza aquello que es viral sobre lo que es valioso.
- La falta de una educación cívica activa y significativa. En muchos casos, la enseñanza de la historia y los símbolos patrios se limita a la memorización de fechas y nombres, sin generar una conexión emocional o ética con su sentido profundo. Si las nuevas generaciones no comprenden por qué es importante una efeméride, difícilmente la valorarán o la defenderán. La educación debería despertar orgullo, sentido de pertenencia y conciencia crítica, no solo transmitir información.
- El poder de la publicidad, los medios y las redes sociales. Las industrias culturales y comerciales invierten grandes recursos en promover celebraciones que generan consumo masivo: disfraces, regalos, decoraciones, productos temáticos. En cambio, las fechas históricas o cívicas no representan una oportunidad económica tan rentable, por lo que reciben poca difusión o se limitan a actos protocolares sin atractivo mediático. Así, lo comercial desplaza a lo cultural.
- El debilitamiento de los valores comunitarios y del sentido de identidad nacional. La modernidad ha impulsado estilos de vida individualistas y competitivos, donde lo colectivo y lo simbólico pierden relevancia. Las fechas patrias, que antes unían a las comunidades en torno a la memoria y la esperanza común, hoy son percibidas por muchos como simples días de descanso.
De esta manera, lo superficial termina reemplazando a lo esencial, y el conocimiento histórico se sustituye por modas pasajeras. Cuando una sociedad deja de recordar sus orígenes, pierde también parte de su rumbo y su capacidad de construir un futuro con sentido.
Adultos sin ejemplo, jóvenes si raíces
Cuando observamos que las nuevas generaciones se interesan más por celebraciones superficiales que por las fechas cívicas o históricas, es fácil culpar a los jóvenes por su falta de compromiso o patriotismo. Sin embargo, la verdadera responsabilidad recae, en gran medida, en las generaciones adultas, que hemos fallado en transmitir con pasión, coherencia y ejemplo el amor por la patria y la valoración de nuestras raíces.
Durante mucho tiempo, los adultos (padres, maestros, líderes y comunicadores) hemos permitido que la tecnología, el consumismo y la cultura de masas ocupen el espacio que antes pertenecía a la conversación familiar, a los valores compartidos y a las conmemoraciones cívicas que fortalecían la identidad colectiva. Las comidas familiares, los actos escolares y las fechas patrias eran oportunidades para enseñar respeto, historia y sentido de pertenencia; hoy, con frecuencia, son reemplazadas por pantallas, modas globales y contenidos vacíos.
Además, hemos descuidado la educación emocional y simbólica de los jóvenes. Enseñamos los hechos históricos como datos, pero no les transmitimos la emoción que los acompaña: el orgullo por la independencia, el sacrificio de los héroes, el valor del esfuerzo colectivo. Sin contexto ni sentimiento, las fechas patrias se perciben como simples feriados o actos obligatorios, sin conexión con la vida cotidiana de los estudiantes.
También hemos caído en una falta de coherencia generacional. No se puede pedir a los jóvenes que valoren los símbolos nacionales si los adultos los tratamos con indiferencia, si no asistimos a los actos cívicos, si no conocemos nuestra propia historia, o si celebramos con más entusiasmo fiestas extranjeras que las nuestras. Los jóvenes no aprenden tanto de los discursos como del ejemplo; y cuando el ejemplo se ausenta, el mensaje pierde fuerza.
Otro aspecto importante es que, en muchos hogares y escuelas, la educación en valores se ha vuelto secundaria frente al rendimiento académico o al éxito material. Hemos enseñado a competir, pero no siempre a pertenecer; a admirar lo de fuera, pero no a cuidar lo propio. Así, sin una identidad sólida, es natural que las influencias externas (más atractivas, visuales y comerciales) ocupen el lugar que debería tener la cultura nacional.
En definitiva, las generaciones adultas hemos fallado en hacer del patriotismo una experiencia viva, significativa y emocionalmente atractiva. No basta con recordar las fechas patrias; debemos renovarlas, reinterpretarlas desde el presente y vincularlas con los sueños y desafíos de la juventud. Solo así lograremos que los jóvenes comprendan que la historia no es un pasado muerto, sino la raíz de su futuro.
El cambio comienza cuando los adultos volvemos a dar valor a lo nuestro, cuando encendemos el orgullo por nuestra identidad con la fuerza del ejemplo y la palabra. Porque solo quien ama su historia puede construir, con esperanza y dignidad, su propio porvenir.
Identidad antes que moda
Sin desmerecer la libertad cultural y la diversidad de expresiones que caracterizan al mundo actual, la respuesta es clara y contundente: el Día del Escudo Nacional tiene un significado mucho más profundo y trascendente que Halloween para los ecuatorianos.
El 31 de octubre, fecha en que coincidencialmente se celebran ambas conmemoraciones, debería ser, ante todo, un día para recordar y honrar uno de los símbolos más sagrados del Ecuador. El Escudo Nacional, no es un adorno gráfico, sino un emblema que resume nuestra historia, nuestra geografía y nuestros valores más altos: la independencia, la justicia, la libertad y la soberanía. Cada elemento del escudo (el cóndor, el Chimborazo, el río Guayas, el sol, los signos del zodiaco) hablan de un país que ha luchado por ser libre y digno. Celebrar este día es reafirmar lo que somos, reconocer de dónde venimos y proyectar con orgullo lo que queremos ser como nación.
Por otro lado, Halloween es una festividad comercial, recreativa y popular. En Ecuador, su práctica ha sido adoptada principalmente por influencia de los medios de comunicación, las películas y las redes sociales. Esta celebración carece de raíces profundas en la identidad ecuatoriana. No pertenece a nuestra historia ni refleja nuestros valores colectivos.
El problema surge cuando lo foráneo eclipsa lo propio. Cuando el ruido del consumo y la moda global hacen que una fiesta ajena reciba más atención, promoción y entusiasmo que una fecha cívica nacional. Este fenómeno, conocido como alienación cultural, ocurre cuando una sociedad adopta costumbres externas sin reflexión, olvidando el valor simbólico de las propias. En este sentido, el auge de Halloween en Ecuador revela un proceso silencioso pero profundo: la influencia de la publicidad, la globalización mediática y las tendencias digitales ha desplazado las prioridades culturales hacia lo inmediato, lo vistoso y lo comercial.
Sin embargo, defender la importancia del Día del Escudo Nacional no significa rechazar lo extranjero, sino dar prioridad a lo que nos define como ecuatorianos. La apertura cultural es valiosa, pero debe ir acompañada de identidad y conciencia.
Recuperar el sentido de nuestras fechas patrias no es un acto de nacionalismo cerrado, sino un gesto de dignidad cultural y memoria colectiva. Una sociedad que honra sus símbolos fortalece su autoestima, su unidad y su sentido de propósito. Por eso, el 31 de octubre debería recordarnos que no hay futuro sin identidad, y que ningún disfraz o moda pasajera puede reemplazar el orgullo de portar con respeto y amor los símbolos que nos dan nombre, historia y destino.
Sembrar identidad
Recuperar el valor de nuestras fechas trascendentales no es una tarea inmediata ni exclusiva de las instituciones educativas; es un compromiso colectivo, donde familia, escuela, comunidad y Estado deben actuar de manera coherente y constante. Si queremos que la juventud vuelva a valorar el significado de los símbolos patrios y de los momentos clave de nuestra historia, debemos ofrecerles experiencias vivas, emotivas y participativas, no simples discursos o ceremonias repetitivas.
Para lograrlo, se requieren cinco pilares fundamentales:
- Educación con sentido y emoción: No basta con enseñar la historia de los símbolos patrios en los libros; hay que incorporarla en la vida cotidiana, mostrar su conexión con la realidad actual y con los valores que dan sentido a la nación: la libertad, la justicia, la solidaridad y la unidad. Cuando un estudiante comprende que el Escudo Nacional representa no solo un dibujo, sino una historia de lucha y dignidad, empieza a verlo con otros ojos. La educación debe despertar orgullo y pertenencia, no solo cumplir con un contenido curricular.
- El poder del ejemplo: Los jóvenes aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Por eso, los padres, maestros y autoridades tienen la responsabilidad de mostrar con coherencia su amor por el país: izar la bandera con respeto, cantar el himno con sentimiento, participar en los actos cívicos con entusiasmo. Un gesto sincero vale más que mil palabras. Si los adultos se muestran indiferentes, es natural que los jóvenes también lo sean.
- Creatividad para conectar con las nuevas generaciones: La juventud de hoy necesita motivaciones diferentes: aprenden a través de la experiencia, la imagen, la emoción y la participación. Por eso, es fundamental renovar la forma en que se celebran las fechas patrias. Actividades como concursos artísticos, murales, dramatizaciones históricas, ferias culturales, videos cortos, música o proyectos escolares pueden hacer que la conmemoración del Escudo Nacional, por ejemplo, sea una fiesta de identidad y creatividad, no un acto impuesto. Las redes sociales también pueden convertirse en aliadas si se las usa para difundir contenido positivo y educativo sobre la historia nacional.
- Equilibrio cultural: Enseñar a los jóvenes a valorar lo nuestro no implica prohibir lo ajeno. Es posible disfrutar de festividades globales, como Halloween o San Valentín, sin perder el respeto por nuestras propias conmemoraciones. La clave está en el equilibrio y la conciencia cultural: saber que el intercambio es enriquecedor solo cuando no borra la memoria propia.
- Motivar la investigación y el pensamiento crítico: Fomentar la curiosidad por el pasado nacional ayuda a construir identidad. Permitir que los estudiantes investiguen, analicen y presenten sus propias conclusiones sobre los símbolos patrios hace que se sientan protagonistas de la historia, no simples receptores de información. Un joven que descubre el significado del cóndor, del Chimborazo o del río Guayas en el escudo, no solo memoriza datos: se identifica con su país.
El amor a la patria no se enseña con obligación, sino con orgullo. Cada palabra, cada acción y cada iniciativa que despierte en los jóvenes respeto por su historia es una semilla de identidad. Solo cuando logremos que las nuevas generaciones sientan emoción al recordar una fecha nacional, habremos asegurado la continuidad de nuestra memoria y el fortalecimiento de nuestro espíritu ecuatoriano. En definitiva, influir en la juventud no es imponer, sino inspirar.
Conclusión
El Día del Escudo Nacional es un recordatorio vivo de lo que somos como pueblo: la unión entre historia, esfuerzo y esperanza. En un mundo donde las modas cambian con rapidez y las tradiciones se diluyen entre tendencias globales, recordar nuestras raíces se vuelve un acto de resistencia y amor propio.
No se trata de prohibir Halloween ni de negar la diversidad cultural, sino de aprender a poner lo trascendental por encima de lo superficial. Podemos abrirnos al mundo sin perder el alma; celebrar lo ajeno sin olvidar lo nuestro. El verdadero equilibrio cultural no está en elegir entre disfraces o símbolos, sino en reconocer qué nos da identidad y qué solo nos entretiene por un momento.
Si dejamos que las modas pasajeras borren nuestros símbolos, también estaremos borrando parte de nuestra historia, de nuestra voz y de la memoria que nos da sentido como nación. Por eso, el llamado es urgente y profundo: recordemos, enseñemos y vivamos nuestras raíces con orgullo. Porque amar al Ecuador no es mirar al pasado con nostalgia, sino mirar al futuro con identidad.
Solo los pueblos que honran su historia pueden construir su destino con dignidad. Y mientras el Escudo siga ondeando en el corazón de cada ecuatoriano, nuestra patria seguirá teniendo rumbo, fuerza y alma.
Noticias Zamora
Escuelas sin miedo
Mario Paz. Mgtr.
Introducción
El acoso escolar conocido comúnmente como bullying, es un fenómeno de violencia entre pares que se caracteriza por agresiones repetidas (físicas, verbales, sociales o digitales), dirigidas contra una persona que tiene dificultades para defenderse. No es un conflicto aislado ni una broma pasajera: sus efectos pueden impactar su salud mental-física-emocional, el rendimiento académico y la vida adulta de las víctimas. Ecuador, como en muchos países, el acoso escolar es una preocupación persistente que exige respuestas claras de estudiantes, familias y centros educativos.
¿Qué es el acoso escolar?
El acoso escolar es una forma de violencia interpersonal dentro del ámbito educativo. Sus componentes claves son: intensión de hacer daño, repetición en el tiempo y una relación de de poder entre agresor (es) y víctima (puede ser físico, social, psicológico o derivado de diferencias como género, etnia, orientación sexual, discapacidad, apariencia, nivel socioeconómico, etc.)
Tipos de acoso escolar (bullying):
El bullying es una forma de violencia física, psicológica o verbal, que implica acosar, molestar, hostigar, obstaculizar o agredir físicamente a alguien.
Acoso físico: empujones, golpes, agresiones que causan daño corporal.
Acoso verbal: insultos, menosprecios en público, amenazas, burlas y apodos despectivos.
Acoso psicológico: minan la autoestima del individuo y fomentan una sensación de temor.
Acoso social o relacional: exclusión, difusión de rumores, aislamiento intencional.
Acoso sexual: comentarios, tocamientos no consentidos o acciones de carácter sexual.
Ciberacoso: es una de las formas de violencia virtual mediante la difusión de mensajes, fotos, videos denigrantes que atentan contra la dignidad, con el propósito de humillar, amenazar o difamar.
Estas formas de acoso escolar pueden presentarse combinadas; por ejemplo, el civerocoso suele acompañar agresiones presenciales y prolongar el daño fuera del horario escolar.
Datos estadísticos del acoso escolar en el Ecuador
Las estimaciones y registros sobre acoso escolar en Ecuador varían según la fuente y la metodología, pero muestran que la problemática es significativa.
Un estudio nacional indica que alrededor del 23% de estudiantes entre 11 y 18 años han sido víctimas de acoso escolar (1 de cada 4 estudiantes). Las regiones con mayor prevalencia son la Amazonía y la Costa.
Otras encuestas y reportes periodísticos han señalado cifras más altas, cuyas estadísticas revelan que 5 de cada 10 menores han sido víctimas de acoso escolar,
En todo caso, la estadística refleja un gravísimo problema para muchos estudiantes del sistema educativo ecuatoriano, que debe convocarnos a la familia, estudiantes, docentes, directivos de las instituciones educativas y a la sociedad en general, para ponernos manos a la obra y evitar el dolor y la tristeza de nuestra niñez y adolescencia.
Como identificar el bullying?
No todo acto de mal comportamiento de los estudiantes es bullying. El acoso escolar se evidencia cuando se cumplen estos tres criterios:
- Que sea intencional.- es decir que no es un accidente o un incidente, es causar daño psicológico, físico o verbal a propósito.
- Que sea sistemático.- de manera reiterada proferir insultos, bromas pesadas, poner apodos, burlarse por su aspecto físico o cuando se equivoca, divulgación de rumores, acusarlo de cosas que no ha hecho, no incluirlo en los juegos.
- Que haya una relación de poder.- son personas con más fuerza física, status social, tienen más popularidad en el grupo. Si no existe diferencia de poder, se trata más bien de un conflicto.
Detallamos algunas señales en estudiantes que pueden indicar que sufren acoso escolar:
- Cambios bruscos de conducta: retraimiento, irritabilidad o ansiedad
- Caída del rendimiento académico o desmotivación escolar
- Lesiones físicas inexplicables o ropa/objetos dañados.
- Evitar ir a la escuela, quejas frecuentes de dolor de cabeza o estómago sin causa médica.
- Cambios en patrones de sueño alimentación; señales de depresión o ideas autolesivas
- En el caso del civeracoso: bloqueo de contactos, temor a usar dispositivos, mensajes anónimos.
Prevención del acoso escolar
La prevención es la parte más importante y la escuela debe implementar planes y programas a través del departamento de consejería estudiantil (DECE). La prevención efectiva combina políticas, formación y cultura escolar:
- Políticas claras y protocolos: normativa interna que defina conductas, procedimientos de denuncia y sanciones.
- Educación socioemocional para desarrollar la empatía, resolución pacífica de conflictos y habilidades de comunicación. Trabajar con estudiantes y padres de familia sobre competencias socioemocionales, valores, responsabilidad compartida (no pensar que debo proteger solo a los “míos”, y a los “otros” que les hagan lo que quieran y yo no me meto porque no “es mi problema”)
- Formación docente y de personal en detección, abordaje y acompañamiento de casos.
- Participación estudiantil: comités estudiantiles, programas de mediación entre pares y campañas contra el silencio.
- Control y educación sobre el uso de tecnologías, con reglas claras y alfabetización digital para estudiantes y familias.
- Un aspecto fundamental es cambiar las actitudes y comportamientos del grupo (integrantes del aula de clase) que no deben tolerar el acoso y deben intervenir para evitarlo y proteger a la ví
- Relaciónese más con los amigos de sus hijos y observe qué actividades realizan.
- Nunca deje de demostrarle amor a su hijo, pero también debe hacerle saber que no permitirá conductas agresivas e intimidatorias.
- Es muy importante tener una comunicación muy fluida con sus hijos y que los padres les crean a ellos.
- Es muy importante trabajar en la autoestima de nuestros hijos y enseñarles a responder asertivamente (descartar la agresividad y pasividad)
Recomendaciones para estudiantes que sufren acoso escolar
- Si eres víctima de acoso escolar, lo más importante que tienes que hacer es hablar con un adulto de confianza (Padres, inspector, tutor, docente, integrante del DECE, etc.)
- Guarda pruebas: mensajes, capturas, testimonios de testigos y fechas
- No respondas con violencia contra los agresores ni trates de vengarte por tu propia cuenta, ni compartas material dañino que pueda empeorar la situación; busca ayuda profesional.
- Si te sientes en riesgo físico con pensamientos de autolesión, pide ayuda inmediata a servicios de emergencia o líneas de apoyo.
- Procura rodearte de amigos y participa de actividades que aumenten tu autoestima y sentido de pertenencia.
- No llores, ni te enfades, ni muestres que te afecta. Eso es lo que el agresor pretende, así que no le des esa satisfacción. Más tarde podrás hablar o escribir sobre tus reacciones y lo que sentiste en ese momento.
- Si puedes, intenta ironizar o tratar con humor lo que te digan. Por ejemplo, si te dicen «¡qué camisa más fea!», puedes responder «gracias, me alegro de que te hayas dado cuenta».
- Si crees que puede haber peligro. Aléjate de la situación. Vete a un sitio donde haya un adulto.
- Debes hacer saber a un adulto que la situación te afecta profundamente, sobre todo si eres víctima de agresiones verbales, ya que a veces los adultos no las consideran importantes y, sin embargo, son las que más daño pueden hacer.
Recomendaciones para los padres cuyos hijos sufren de acoso escolar
- Escuche sin juzgar: valide los sentimientos de sus hijos y evite minimizar lo ocurrido.
- Documente los hechos (fechas, lugares, nombres, pruebas) y solicite una cita con la autoridad escolar para activar el protocolo.
- Exija que la institución educativa aplique los protocolos y procedimientos y soliciten medidas de protección inmediatas si hay riesgo.
- Acompañe emocionalmente a su hijo y si es necesario busque apoyo psicológico. Es muy importante hacerle saber a su hijo que él no es el culpable de esta situación.
- Mantenga una comunicación regular con la escuela hasta que el caso sea resuelto y se verifiquen medidas de prevención.
- Cuando se detecta un caso de bullying, los padres deben trabajar conjuntamente con la escuela para resolver el problema de una forma inmediata.
- Los padres de hijos acosados o acosadores, en primer lugar deben mantenerse calmados, es importante dar un buen ejemplo de madurez descartando la histeria. Se deben buscar soluciones no culpables, no atacar a la escuela o a las familias.
- No es una buena decisión enseñarles que se defiendan de los ataques, con otro ataque, porque si agredimos a quienes nos agreden ya somos igual de culpables.
- Los padres que a causa del acoso escolar piensan en cambiar a sus hijos de colegio, queremos decirles que no es en la primera solución que deben pensar, sino la última opción.
- Los padres de hijos acosadores también deben ayudar a resolver el problema, no es conveniente ponerse del lado del acosador. Un acosador no es necesariamente una persona problemática o agresiva.
- En el caso de ciberacoso, hay que guardar la evidencia y luego contactarnos con la página para que nos ayuden a identificar de donde vienen los mensajes. Evite entrar en una guerra contra quienes difaman. De persistir el caso denuncie a la fiscalía.
Recomendaciones para la institución educativa
- Implementar y difundir protocolos claros de prevención, denuncia y seguimiento con plazos y responsables identificados
- Crear equipos interdisciplinarios (docente, psicólogo, trabajador social, inspector) para el abordaje y la reparación.
- Capacitar periódicamente a docentes y personal en detección, intervención y prácticas restaurativas.
- Promover una cultura escolar inclusiva: actividades que fortalezcan la connivencia, el respeto a la diversidad y el protagonismo estudiantil.
- Establecer canales seguros y anónimos de denuncia y protocolos de acompañamiento a víctimas y procesos formativos para agresores.
Consecuencias del acoso escolar
Las consecuencias pueden ser inmediatas y a largo plazo:
- Efectos psicológicos: Ansiedad, depresión, baja autoestima, estrés postraumático.
- Académicos: ausentismo escolar frecuente (se niega o protesta a la hora de ir al colegio), bajo rendimiento y abandono escolar.
- Sociales y conductuales: aislamiento, conductas de riesgo y en algunos casos reproducción de la violencia.
- Riegos graves: aumento del riesgo de autolesiones y suicidio en casos extremos si no se interviene. Por estas razones, intervenir temprano es una prioridad de salud pública y educativa.
- Apatía, estrés, tristeza, llantos o irritabilidad.
- Aparecen con golpes, hematomas o rasguños y dice que se ha caído.
- Repercusiones negativas en el desarrollo de la personalidad y la salud mental.
- Pesadillas, trastornos en el sueño y apetito.
- Dolores somáticos, dolores de cabeza, de estómago, vómitos…
- Perdida frecuente sus pertenencias escolares o personales, etc.
- No quiere salir ni se relaciona con sus compañeros.
Conclusión:
El acoso escolar no es un problema menor ni “asuntos de niños”: es una forma de violencia que afecta al desarrollo, la salud y el futuro de quienes la padecen. En Ecuador, los datos muestran que una proporción relevante de estudiantes ha vivido alguna forma de acoso y que año a año estas cifras siguen creciendo. La solución exige un enfoque conjunto: prevención escolar sistémica, capacitación docente, compromiso de las familias, canales de denuncias efectivas, apoyo psicológico a víctimas y agresores y lo más relevante, es designar al equipo directivo de las instituciones educativas a los más responsables, capaces comprometidos y con habilidades sociales para le resolución de conflictos y fortalecimiento del clima escolar. Solo con las personas adecuadas, acciones coordinadas y sostenidas se podrá reducir su incidencia y construir escuelas seguras, respetuosas e inclusivas.
Opinión
La democracia que olvidamos vivir
Por: Ab. Franco Tamay
A veces me pregunto si en verdad vivimos en una democracia o si simplemente habitamos dentro de una ilusión bien diseñada. Nos enseñaron que la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, pero esa frase, tan repetida como vacía, parece haberse convertido en un eslogan más que en una práctica real.
Para mí, la democracia no se resume en depositar un voto cada cierto tiempo ni en escuchar discursos cargados de promesas. Democracia es, ante todo, una forma de vida colectiva basada en el respeto, en la libertad de pensamiento, en la participación ciudadana genuina y, sobre todo, en la posibilidad de disentir sin miedo.
Vivimos tiempos en los que disentir se castiga, donde el pensamiento crítico es etiquetado como oposición o traición. Y entonces me pregunto: ¿de qué sirve hablar de democracia si no hay espacio para el debate honesto ni para la diversidad de ideas? Una sociedad verdaderamente democrática se construye en el diálogo, no en el dogma; en la escucha activa, no en el aplauso ciego.
La democracia, en su sentido más profundo, implica corresponsabilidad. No se trata solo de exigir derechos, sino también de asumir deberes. De nada sirve reclamar transparencia si, como ciudadanos, seguimos siendo indiferentes ante la corrupción o la injusticia.
He llegado a pensar que la democracia no es un destino, sino un camino que debe recorrerse todos los días. Se fortalece con instituciones sólidas, pero sobre todo con ciudadanos conscientes, informados y valientes.
Porque al final, la democracia no vive en los discursos ni en las urnas: vive en la calle, en el aula, en la familia, en la conciencia de cada persona que se atreve a pensar y actuar con libertad.
Y tal vez ahí está la respuesta: la democracia no es un sistema político, es una actitud ética frente a la vida.
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