Noticias Zamora
Gorky Bravo. La gestión cultural y su participación política
Por: Claudio Carmelo Torres
El entramado en torno a la reciente decisión del activista cultural yantzacense Gorky Bravo de renunciar por presiones a su candidatura a la viceprefectura de la provincia de Zamora Chinchipe como binomio de la candidata Karla Reátegui, sin duda ha puesto sobre el tapete de la discusión una de las frases acuñadas por el premio nacional Eugenio Espejo (2015) Fernando Tinajero, quien manifiesta que “no cree en el idilio entre el poder político y el ejercicio cultural, pues estas dos se han visto mutuamente con recelo”. Sin duda Tinajero se refiere al poder político desde el estado; sin embargo esta afirmación parece darse también en niveles pequeños como lo local.
Por definición, la gestión cultural, el ejercicio cultural es contestatario, es contracorriente por naturaleza, porque la cultura ayuda a develar lo más recóndito que está enclavado en un grupo social en una comunidad, donde los ojos del político demagogo no pueden ver; de ahí que la relación entre el estado o el “poder” y los gestores culturales no siempre han estado en un romance de ideas como dice Tinajeros.
Como lo ha expresado Gorky a través de los medios de comunicación, si bien en anteriores ocasiones -como muchos- ha participado como adherente y en alguna contienda política, quizá no porque le interesaba ganar un puesto, sino por un ideal de desarrollo cultural en beneficio de la provincia; pero era obvio que a un personaje con esos méritos, con un prontuario político limpio en lo que a partidismo se refiere, sumado a su reconocida trayectoria ganada a pulso, tanto que hasta la asambleísta de nuestra provincia del mismo movimiento Pachakutik, Isabel Enrríquez le entregó el reconocimiento de la Asamblea Nacional a su trayectoria de trabajo, todo esto sumado a otros elementos, hicieron que se fijaran en él como un perfil ideal para refrescar la presentación de la candidatura a la prefectura por la alianza Unidad Popular y Pachakutic y “le fueran a buscar a su casa”.
Quizá Gorky Bravo no contempló que el Movimiento que lo invitaba a participar, desde hace más de una década ha entrado en este tipo de contradicciones por la mala gestión y hasta mala fe de quienes lo dirigen en el país y en la provincia. El Movimiento Pachakutic es un movimiento en declive, tan solo basta mencionar la actuación de sus asambleístas en el poder legislativo, las negociaciones por debajo de algunos de sus dirigentes, como el encuentro del expresidente del bloque de asambleístas, Rafael Lucero con su tocayo Correa en México. Sí, con el mismo que les descalificó de “adefesiosos”, “ponchos dorados”, “soberbios”, “engreídos” “indeseables” y hasta de forma discriminatoria les dijo que “si ven pasar a una indígena a su casa, será como empleada doméstica a lo sumo”. Estas y otras prácticas, como la obstrucción para el surgimiento de nuevos líderes, la manipulación y el manoseo político de su máximo dirigente en la provincia que más que dirigente parece el illuminati; son las que desdicen el ejercicio de la democracia interna de estas organizaciones políticas y ha propiciado que este movimiento político vaya en desenfrenada escisión.
Podremos cambiar leyes, códigos, reglamentos, pero eso no va a cambiar la realidad si es que los ciudadanos seguimos dando espacio a esta clase de dirigentes en las diferentes organizaciones políticas. La gente de las bases del movimiento pachakutic en nuestra provincia es gente de bien, los conocemos y nos reconocemos en cada rincón de la provincia y en las calles por donde transitamos diariamente; son sus dirigentes los que están ofuscados por la avaricia del poder, aupando a las bases y sembrando ideologías retrógradas separatistas. Nos hablan de inclusión, pero no son incluyentes, es más; están equivocados porque la inclusión no es interculturalidad ni incorporar gente de los pueblos indígenas en la plantilla de instituciones públicas, porque ellos de por sí, tienen ese derecho.
En un reciente encuentro casual con Gorky a propósito de un evento en la Casa de la Cultura –donde pocas veces se ve autoridades- me había manifestado justamente que estaba recibiendo presiones para que renuncie a su candidatura pero que no lo iba hacer, a lo que le había manifestado mi total apoyo a esa decisión porque creo en él como persona, como yantzacense y en el buen papel que desempeñaría en caso de salir favorecido con el voto popular; sin embargo, y a decir del propio ex candidato, las presiones por parte de la candidata a prefecta llegaron a mayores que yo las calificaría ya como humillaciones, vejámenes y que a la postre sería lo que hoy conocemos como violencia política. “Por sus frutos los reconoceréis” (Mateo 7:16), no sea cosa que como dice un adagio popular: “por querer pegar el salto, caiga en el charco”.
En el ejercicio político existen normas consustanciales. El poder por definición centraliza, disciplina, somete y hasta subyuga de ahí que muchas autoridades cuando llegan a ejercer el poder nunca más se los ve por las calles caminando o por mercado e inclusive les es difícil hasta contestar una llamada telefónica; es quizá por ello que el poder no se lleva con la cultura, pero lo que no debemos olvidar es que como lo dijo Benjamín Carrión, la cultura siempre ha sido y es ligada al quehacer político. Por su parte Harrison, complementa y dice algo muy cierto: “La historia nos enseña que los remedios más exitosos contra la pobreza vienen de adentro”; entonces hoy más que nunca, la presencia de gestores culturales, de activistas orgánicos que piensen en la cultura, en la política y en la democracia, es imprescindible ya que al parecer “nos hemos internado en un período de recesión democrática”. Larry Diamond.
Noticias Zamora
La Policía Nacional impulsa hábitos saludables mediante carrera atlética 5K en San Carlos de las Minas
La Policía Nacional del Ecuador, a través de su Servicio de Policía Comunitaria, participó activamente en la organización y ejecución de la carrera atlética 5K realizada en la parroquia San Carlos de las Minas, un encuentro que convocó a niños, jóvenes y adultos en un ambiente de sana convivencia y participación ciudadana.
La jornada fue liderada por la teniente Política Sandra Guayanay, en articulación con el Ministerio de Salud Pública (MSP) y la Policía Nacional, quienes sumaron esfuerzos para promover valores como la disciplina, el compromiso y el trabajo en equipo. Estas instituciones desarrollaron una coordinación eficaz que permitió garantizar la seguridad del evento y fortalecer el acompañamiento a los participantes.
El principal objetivo de esta actividad deportiva fue fomentar estilos de vida saludables, impulsar la práctica regular de actividad física y motivar a la comunidad, en especial a los jóvenes, a mantenerse alejados del consumo de alcohol y de otras conductas de riesgo. De esta manera, la carrera se consolidó como un espacio de prevención integral y de fortalecimiento del tejido social.
Noticias Zamora
El talento artesanal de Fanny Jumbo inspira en temporada navideña
El lunes 24 de noviembre, Diario El Amazónico mantuvo un diálogo especial con Fanny Jumbo, emprendedora de la ciudad de Zamora, quien presentó su línea de productos artesanales elaborados a mano. Su trabajo, que combina creatividad, técnicas aprendidas y materiales reciclados, se convierte en una alternativa significativa para quienes buscan regalos originales en esta temporada navideña y de fin de año.
Durante la entrevista, la artesana expresó su gratitud por el espacio brindado:
“Agradezco mucho a Dios y a ustedes por darme a conocer, porque los zamoranos no me conocen, ya que viví muchos años en Quito. Hace seis años regresé definitivamente a mi tierra natal, Zamora”, señaló.
Pasión por el arte manual
Fanny Jumbo, de 56 años, recordó que su gusto por las manualidades se originó en la infancia, gracias a su madre, quien confeccionaba muñecas de trapo ante la falta de recursos económicos. Sin embargo, su formación artesanal tomó impulso hace aproximadamente 15 años, cuando asistió en Quito a un curso de manualidades que despertó su interés por desarrollar este talento.
Desde entonces, ha elaborado variedad de piezas decorativas y utilitarias, aunque reconoce que el acceso a materiales de calidad en Zamora sigue siendo un desafío, lo que la obliga a adquirir insumos en otras provincias.
A pesar de padecer artritis y artrosis, condiciones que dificultan su labor, la emprendedora continúa creando con dedicación y esfuerzo:
“No puedo hacer trabajos en grandes cantidades por mi salud, pero poco a poco voy elaborando todo lo que me solicitan”, explicó.
Productos destacados y precios
Entre las creaciones expuestas por Fanny Jumbo se encuentran:
• Lunas decorativas con osito durmiendo: USD 10
• Muñeco de nieve: USD 12
• Duendes navideños (pareja): USD 50
• Artesanías pequeñas de mesa: desde USD 5
• Alfileteros y adornos hechos con materiales reciclados (latas de atún, cartón, CD): entre USD 5 y USD 10
• Jarrón decorativo con tela corrugada y flores de cinta: USD 12
• Conejitos decorativos y figuras temáticas: desde USD 10 a USD 15, dependiendo del material
• Cuadro artesanal del pavo real, elaborado con cucharas plásticas y cartón reforzado: USD 20
Todas las piezas son elaboradas manualmente, utilizando telas como peluche polar, cinta, algodón, cartón y materiales reciclables, mezclando técnicas aprendidas de cursos presenciales y tutoriales en línea.
Un emprendimiento con identidad zamorana
La emprendedora invitó a la ciudadanía a preferir las creaciones locales, especialmente en este periodo de celebraciones:
“En vez de ir a comprar a otras ciudades, vengan y pidan lo que deseen. También puedo elaborar trabajos personalizados para que tengan un bonito recuerdo.”
Diario El Amazónico destacó la importancia de apoyar a los emprendedores de la provincia, cuya creatividad y esfuerzo representan la identidad productiva de Zamora Chinchipe.
Contacto para pedidos
Las personas interesadas en adquirir las artesanías de Fanny Jumbo pueden comunicarse al:
098 580 7199
La artesana se encuentra disponible para pedidos personalizados y atención al público desde su hogar en la ciudad de Zamora.
Noticias Zamora
La violencia contra la mujer es una herida social que debemos sanarla entre todos
Por Mario Paz.
Introducción
La violencia contra la mujer es una herida profunda en el corazón de nuestras sociedades, una herida que no deja de sangrar y que solo podrá sanar si actuamos pronto y juntos. Cada 25 de noviembre, al conmemorarse el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el mundo entero levanta su voz para visibilizar y enfrentar uno de los atentados más graves contra la dignidad humana. Esta fecha no es solo un recordatorio simbólico: es un clamor urgente por justicia, por memoria y por un cambio real.
Aunque se han logrado avances importantes en legislación, prevención y sensibilización, la violencia de género continúa amenazando la vida, la libertad y la integridad de millones de mujeres. Cada agresión, cada silencio impuesto y cada vida arrebatada nos recuerdan que esta problemática sigue profundamente arraigada en estructuras sociales, culturales y familiares que normalizan el abuso y justifican el control.
La violencia contra la mujer no solo golpea cuerpos: rompe dignidades, silencia sueños, fractura familias y debilita a comunidades enteras. Y, aun así, cada día millones de mujeres continúan resistiendo, levantándose en medio del dolor, esperando ser escuchadas, acompañadas y protegidas.
En este artículo exploraremos el origen y el significado de esta conmemoración, la realidad de la violencia contra las mujeres en Ecuador, las enseñanzas que ofrecen los valores cristianos sobre la dignidad femenina, y las acciones urgentes que deben emprender el Estado, la sociedad, la familia y cada mujer para erradicar este flagelo. Porque la violencia nunca es normal, nunca es justificable y jamás debe ser tolerada. Y porque solo cuando caminemos unidos podremos construir un país donde todas las mujeres vivan libres, seguras y respetadas.
Origen y significado del 25 de noviembre: memoria, justicia y compromiso global
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer fue oficialmente instituido el 25 de noviembre de 1999, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 54/134. Esta fecha no fue escogida al azar: rinde homenaje a las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa) tres activistas dominicanas brutalmente asesinadas en 1960 por su firme oposición a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Su valentía y sacrificio se convirtieron en un poderoso símbolo de resistencia frente a la opresión y la violencia de género.
Al instaurar esta conmemoración, la ONU buscó visibilizar una realidad global que atraviesa culturas, clases sociales y generaciones, y que continúa cobrando vidas y vulnerando derechos fundamentales de mujeres y niñas en todo el mundo. El propósito central de esta fecha es generar conciencia, promover el debate público y exigir la implementación de políticas efectivas que prevengan, sancionen y erradiquen todas las formas de violencia de género.
Cada 25 de noviembre, gobiernos, organizaciones sociales, instituciones educativas y comunidades se unen para recordar que la violencia contra la mujer no es un problema aislado, sino una violación sistemática de derechos humanos que requiere acciones urgentes, coordinadas y sostenidas.
Radiografía de la violencia contra las mujeres en Ecuador: cifras que exigen acción inmediata
Las cifras más recientes revelan una realidad alarmante sobre la violencia contra las mujeres en Ecuador y la urgencia de enfrentarla con políticas públicas efectivas y sostenidas. Solo entre enero y agosto de 2025, el país registró 510 mujeres asesinadas, una cifra que convierte a este periodo en uno de los más letales de la historia reciente. De estos casos, el 87,65% corresponde a muertes violentas y, dentro del mapa nacional, Guayaquil concentra 155 víctimas, es decir, cerca del 30% del total.
El año 2024 también dejó un panorama desgarrador: la Fundación Aldea documentó 274 feminicidios, incluyendo cinco mujeres reportadas como desaparecidas el año anterior. Las víctimas tenían un promedio de 36 años, aunque las edades oscilaron entre 1 y 81 años, lo que demuestra que la violencia no distingue etapas de vida. Entre ellas se encontraban 27 niñas y adolescentes y 79 mujeres que eran madres, dejando a 131 hijos e hijas en orfandad. En más de un tercio de los casos, el agresor mantenía una relación sentimental, presente o pasada, con la víctima, lo que evidencia el carácter íntimo y estructural de esta violencia.
Pero la violencia de género en Ecuador no se limita a las muertes. Según el INEC, 6 de cada 10 mujeres mayores de 15 años han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. La violencia psicológica es la más común y afecta al 53,9% de las mujeres, seguida de la violencia sexual, que alcanza al 25%. A ello se suma la violencia gineco-obstétrica, una forma menos visibilizada pero extendida, ya que 48 de cada 100 mujeres reportan haberla experimentado durante su atención en el embarazo, parto o posparto.
A nivel estructural, se observan patrones que aumentan la vulnerabilidad: el 59% de las mujeres víctimas de femicidio tenía solo educación básica o primaria, frente a un 5% con educación superior. Asimismo, en 8 de cada 10 casos, el agresor fue la pareja o expareja, y más de un 35% de las muertes violentas ocurrieron en el hogar, lo que reafirma que la violencia más peligrosa es, con frecuencia, la que ocurre en espacios que deberían ser seguros.
El aumento de esta violencia ha sido descrito por la ONU como una crisis nacional. En apenas cuatro años, los asesinatos de mujeres han aumentado un 350%, y se estima que una mujer es asesinada cada 26 horas en Ecuador. Estas cifras no solo alertan, sino que reclaman una respuesta inmediata y sostenida desde el Estado, la sociedad y las comunidades.
En conjunto, estos datos muestran que la violencia contra las mujeres en Ecuador no es un fenómeno aislado, sino un problema estructural, persistente y profundamente arraigado, que requiere acciones urgentes, integrales y coordinadas.
Acciones integrales para erradicar la violencia contra las mujeres
La eliminación de la violencia contra las mujeres exige un compromiso decidido desde todos los ámbitos de la sociedad. En Ecuador, el Estado ha dado pasos importantes al aprobar la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (2018), que establece mecanismos de prevención, atención, protección y reparación. A esto se suma el Plan Nacional de Erradicación de la Violencia de Género (2021), orientado a fortalecer la institucionalidad, garantizar una respuesta oportuna y promover políticas públicas con enfoque de derechos.
Asimismo, campañas como “Ecuador Actúa Ya. Violencia de Género, ni más” y la implementación de protocolos judiciales con enfoque de género buscan sensibilizar, prevenir y asegurar procesos judiciales más justos y accesibles para las víctimas.
La sociedad también desempeña un papel fundamental. Promover espacios de diálogo comunitario, impulsar campañas de sensibilización en medios y redes sociales y fortalecer el trabajo de organizaciones de mujeres, refugios y centros de atención contribuye a romper el silencio, desmontar mitos y brindar apoyo real a quienes enfrentan violencia.
El sistema educativo es clave para transformar patrones culturales. Incluir la educación en igualdad y derechos desde edades tempranas, capacitar al personal docente para identificar signos de violencia y desarrollar programas que involucren a familias y comunidades permite prevenir situaciones de riesgo y construir relaciones basadas en el respeto y la corresponsabilidad.
Finalmente, la familia constituye el primer espacio de aprendizaje y protección. Fomentar relaciones basadas en el diálogo, el respeto y el apoyo mutuo, enseñar a niñas y niños a reconocer su valor y a identificar conductas dañinas, así como mantener entornos seguros para que las víctimas puedan pedir ayuda, son acciones esenciales para erradicar la violencia desde la raíz.
El papel transformador de la mujer en la construcción de una vida libre de violencia
La lucha contra la violencia hacia la mujer requiere el compromiso de toda la sociedad, pero también implica reconocer el rol fundamental que cada mujer puede asumir en su propio proceso de empoderamiento y protección. Esto no significa trasladar la responsabilidad de la violencia a las víctimas (la violencia siempre es culpa del agresor), sino fortalecer las herramientas que permiten a las mujeres vivir con dignidad, seguridad y autonomía.
En primer lugar, el empoderamiento personal es esencial. Reconocer su valor, sus capacidades y sus derechos permite a cada mujer poner límites, pedir ayuda y denunciar cuando sea necesario.
La educación y formación continua, mediante talleres, espacios de reflexión o actividades comunitarias, contribuye a fortalecer la autoestima, la independencia emocional y su proyecto de vida.
Las redes de apoyo (familia, amigas, colectivos de mujeres, organizaciones sociales o comunidades de fe) son clave para compartir experiencias, obtener orientación y romper el aislamiento que muchas veces favorece la violencia.
Asimismo, la participación activa en movimientos sociales o espacios comunitarios brinda a las mujeres la oportunidad de promover cambios culturales y convertirse en líderes de transformación.
Conocer la legislación vigente, como la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ecuador, y los mecanismos institucionales disponibles (líneas de ayuda, casas de acogida, justicia especializada), fortalece la capacidad de protegerse y exigir el respeto a sus derechos.
Sin embargo, la erradicación de la violencia no depende únicamente de las mujeres. Los hombres deben asumir con responsabilidad la tarea de desaprender actitudes machistas, superar inseguridades, renunciar a la violencia y construir relaciones basadas en el respeto y la igualdad. Solo así se podrá caminar hacia una convivencia verdaderamente humana y justa.
La espiritualidad y la reflexión también ofrecen hermosos mensajes sobre la dignidad de la mujer. Desde una mirada simbólica, se recuerda que la mujer no fue creada para ser pisoteada ni dominada, sino para caminar al lado del hombre, ser amada, respetada y protegida. Esta visión resalta la igualdad esencial y el valor irrenunciable de cada mujer como ser humano.
Como sociedad, no podemos seguir tolerando la violencia en ninguna de sus formas. La violencia es siempre una expresión de miedo, de cobardía y de incapacidad para reconocer las virtudes y talentos de la mujer. Cuando fortalecemos su autoestima, cuando respetamos su voz y cuando reconocemos su humanidad plena, contribuimos a la paz, la armonía y el bienestar colectivo.
Una mujer es un reflejo del trato que recibe; una sociedad justa es aquella que la valora, la respeta y la protege. Por ello, comprometámonos a desterrar para siempre la violencia contra la mujer. Una humanidad en paz solo es posible cuando cada mujer vive libre, segura y digna.
#NuncaMásViolenciaContraLaMujer.
Las consecuencias del maltrato contra la mujer y su impacto en la sociedad
La violencia contra la mujer no se limita al daño directo hacia la víctima: sus repercusiones se extienden hacia la familia, el entorno laboral, la comunidad y, en última instancia, toda la sociedad. Cada acto de violencia deja cicatrices visibles e invisibles que afectan el tejido social y la posibilidad de construir un futuro más justo.
En la crianza de los hijos, las consecuencias son especialmente graves. Los niños que crecen en entornos violentos pueden llegar a normalizar la agresión como una forma válida de relacionarse, perpetuando así ciclos de violencia intergeneracional. Este tipo de experiencias afecta su estabilidad emocional, generando inseguridad, ansiedad, estrés postraumático y baja autoestima.
Además, su desarrollo académico y social puede verse seriamente perjudicado: presentan dificultades para concentrarse, confiar en otros, expresar sus emociones o establecer relaciones saludables.
En el ámbito laboral, las mujeres que sufren violencia enfrentan barreras que afectan su desempeño y su autonomía económica. El ausentismo, el bajo rendimiento y el miedo constante limitan sus oportunidades de crecimiento profesional. Muchas veces pierden empleos o no pueden aspirar a mejores puestos debido al estrés, el control del agresor o la falta de apoyo institucional. Esta situación también repercute en las empresas y organizaciones, que asumen costos asociados a la salud física y emocional de sus colaboradoras, así como a la rotación y disminución de la productividad.
En su vida emocional y personal, la violencia deja huellas profundas. La depresión, la ansiedad, la culpa, la vergüenza y el aislamiento se convierten en cargas que la víctima lleva en silencio. El trauma psicológico puede requerir años de acompañamiento profesional y redes de apoyo para ser superado. Cuando el maltrato se prolonga, la mujer puede llegar a normalizarlo, perdiendo progresivamente la confianza en sí misma, en los demás y en la posibilidad de una vida sin miedo. Esto deteriora su calidad de vida, su salud integral y su capacidad de soñar y proyectarse hacia el futuro.
Las consecuencias del maltrato contra la mujer no solo hieren a quien lo vive, sino que debilitan a la familia, frenan el desarrollo de las comunidades y comprometen el bienestar social. Reconocer este impacto es indispensable para comprender la urgencia de erradicar la violencia en todas sus formas y para construir un mundo donde cada mujer pueda vivir con dignidad, seguridad y libertad.
Conclusión
El 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, nos recuerda que la violencia de género no es un problema individual, sino una realidad global que nos interpela a todos. Las cifras de femicidios y agresiones en Ecuador son un llamado urgente a la acción, y aunque existen leyes, planes y campañas, aún queda un largo camino por recorrer para garantizar la vida, la libertad y la dignidad de cada mujer.
Los valores espirituales, incluidos los transmitidos en la Biblia, nos recuerdan que toda persona posee una dignidad sagrada e irrenunciable. La violencia contradice por completo ese principio. Sin embargo, la espiritualidad por sí sola no basta: la erradicación de la violencia requiere decisiones valientes, políticas públicas firmes, instituciones que respondan con justicia, comunidades solidarias, familias que eduquen en igualdad y mujeres fortalecidas en su autoestima y autonomía.
Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad ineludible. Construir una cultura de cero tolerancias a la violencia implica educar desde la infancia, deconstruir prejuicios y comportamientos machistas, acompañar sin juzgar, creer en la palabra de las víctimas y ofrecerles caminos seguros para salir del ciclo de violencia. Significa también promover relaciones basadas en el respeto, el diálogo y la corresponsabilidad emocional, así como cultivar en cada mujer la certeza de que merece vivir libre de miedo y llena de dignidad.
Porque una sociedad que normaliza la violencia se destruye a sí misma; pero una sociedad que protege, escucha y actúa, florece. Sanar esta herida social es una tarea colectiva y urgente. Solo cuando toda mujer pueda vivir segura, valorada y respetada, podremos decir que avanzamos hacia una humanidad más justa, más pacífica y más humana.
Hoy y siempre reafirmamos:
No más silencio. No más indiferencia. No más violencia.
Sí a la dignidad, al respeto y a la justicia para todas las mujeres.
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