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Cayó la máscara

Este es el momento donde se requiere de la unidad de los ecuatorianos para defender la frágil institucionalidad y con apoyo ciudadano contrarrestar las intentonas golpistas. Hoy es el momento de defender nuestra herida democracia. Ya habrá tiempo para discrepar. Ya nadie cree que sea un pliego de peticiones, el que mueve a la Confederación de Nacionalidades Indígenas, (Conaie) en un paro de actividades. La máscara cayó.

Qué decir de una Asamblea Nacional desacreditada que no aporta para fortalecer los cambios requeridos en función de sus electores. Tenían los votos y con ellos, revocaron el decreto de    estado de excepción-455- promulgado por el ejecutivo como consecuencia del paro.

Silencio de la Corte Constitucional y reacción inmediata desde Carondelet al lanzar una boya con un nuevo decreto de excepción ampliado  -459- a 6 provincias: Pichincha, Imbabura, Cotopaxi, Chimborazo, Tungurahua y Pastaza. Deja a la Asamblea sin piso, al menos por un tiempo. Los hechos encadenados demuestran que la hoja de ruta trazada por la oposición, se cumple a raja tabla. Cada movimiento, convertido en cálculo político.

En audios que circulan, se escuchó a dirigentes decir que: «bajar al presidente de la República no va a ser nada fácil con una movilización, sino realmente con una medida de hecho muy contundente». Las afirmaciones reflejan intenciones antidemocráticas, tendenciosas y sediciosas. La frágil institucionalidad está en peligro y solo el apoyo ciudadano puede contrarrestar los vientos golpistas.

Desde luego, muchos de los reclamos obedecen a una falta de reacción oportuna del gobierno de Guillermo Lasso, quien recibió un país en condiciones críticas luego de más de una década de un gobierno autoritario. Sin duda, el mandatario debe atender las demandas de sectores vulnerables con respeto a la diversidad y desde la otra orilla, mostrar voluntad de auténtico diálogo, sin imposiciones para asumir responsabilidad frente a la pobreza que afecta a nuestro pueblo. Corrupción, impunidad, inseguridad y narcotráfico también ponen alerta a la población.

Nadie piensa en Juan pueblo, cortado las alas para trabajar día a día y llevar sustento a su hogar. Ese mismo ciudadano de a pie que se revela ante un país que no aplasta el acelerador para avanzar porque las instituciones del Estado están atrapadas en las telarañas de las disputas políticas, lo que merma credibilidad. La crisis social y económica que vive nuestro país, provoca malestar en varios segmentos de la población. Hay problemáticas que debieron, en su momento, ser solucionadas y/o mejoradas por el gobierno como administrador del estado. Las cifras lo demuestran: sólo 3 de cada 10 ecuatorianos tiene empleo pleno.

Todo esfuerzo por defender los derechos humanos, conversar y llegar a acuerdos es válido  como también las gestiones que realizan Conferencia Episcopal, Asociación de Municipalidades, representantes de algunas universidades, uno que otro organismo internacional, cámaras, ONGs y líderes ciudadanos, al aportar propuestas y ofrecerse como mediadores .

Por los hechos, parecería que, los ecuatorianos no entendemos nuestra problemática. Asumimos que cada vez que llega un nuevo gobierno, se resolverán todos los inconvenientes y que el bienestar, como arte de magia, llegará para cada uno de nosotros. No conozco ni un solo gobierno qué en cuatro años, lo haya logrado. Lleva décadas derrotar la pobreza, siempre y cuando esté acompañada de una política económica correcta.

Afirman los estudiosos que, el paro nacional, provocó que el riesgo país suba 100 puntos, razón por la cual el estado ecuatoriano debe pagar por intereses, más de 200 millones de dólares adicionales. ¿Era mejor usar ese monto en salud y educación? A pesar de ser un país fragmentado, debería importarnos. ¿Es así cómo se ama el país? Las formas lo dicen todo, lo hicieron ya en octubre 2019. Parecería que la violencia, asalto, amenaza, chantaje y el abuso, son impronta de los pueblos indígenas y de los movimientos sociales que comparten el estilo de combatir el descontento.

El panorama genera inquietud. Cual colmena de abejas deberíamos no sabotear la producción y trabajar por la recuperación económica del país. Cuando se analizan cifras y estadísticas, duele comprobar que los distintos gobiernos entregaron a precios de hoy, más de 80 mil millones de dólares en subsidios a lo largo de cuatro décadas, mucho más que la deuda pública, con la dolorosa conclusión que toda esa deuda sirvió para subsidiar los combustibles.   ¿Cómo sociedad entendemos el hecho?  Si lo hacemos, huelgas y paros en nuestro territorio no deben tener cabida, para algún día, abrigar la esperanza de que el bienestar de todos y cada uno de nosotros (micro economía) trabaje.

También hiere que  la capital de los ecuatorianos, otra hora digno referente del país al liderar gestas que le mereció el título de Quito luz de América, a sus autoridades y ediles  enmarañados en burocracia y cálculos electoreros, les invada el silencio, estimulen el caos y en algunos casos hasta se disculpen con los violentos, quienes trapean el piso con el principio de autoridad.

Sorprende que las vedetes en las redes sociales son los bulos y noticias falsas, mientras la opinión se convierte en telaraña. La intransigencia, el cálculo y la violencia parecen determinar la doctrina; la racionalidad, solidaridad, empatía y tolerancia en el tacho de basura, mientras la prepotencia de unos, acoquina del miedo a los otros. La Constitución que declara al Ecuador como un ‘Estado de derechos y justicia’ y que su primer deber es la defensa de las garantías y las libertades, es letra muerta. Fuente: El Telégrafo

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